lunes, 27 de julio de 2015

Alemann: el ex funcionario de la dictadura en la megacausa ESMA

El caso contra Alemann

En 1980, Juan Alemann era uno de los asistentes de Martínez de Hoz y fue al campo de la muerte a conocer a un secuestrado al que acusaban de haber comandado un atentado en su contra. La defensa del mellizo, el tema de los chicos apropiados.

 Por Alejandra Dandan

Los alegatos por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada comenzaron a trabajar el rol de los civiles. Juan Alemann es uno de los dos civiles juzgados en este juicio. Mientras era secretario de Hacienda del ministro José Alfredo Martínez de Hoz entró en el centro clandestino a buscar información sobre un atentado que le habían realizado. A fuerza de tormentos buscó datos sometiendo a un prisionero que la patota le puso a disposición. El ex funcionario, que sigue en libertad tal vez por no vestir uniforme, fue reconocido en la ESMA por varios sobrevivientes.

Alemann no está imputado por apropiación de niños, pero la fiscalía trajo a la audiencia el tema al rescatar una entrevista que, sin embargo, permite ver las oscuridades de su alma. “Hubo 200 y pico de casos de mujeres que tuvieron hijos en cautiverio y después las liquidaron –dice Alemann en ese texto–. De esos, unos 200 los entregaron a los jueces y quedaron menos de 30 casos que se distribuyeron entre familias de militares. Eran chicos que sobraban, porque esos guerrilleros constituían parejas y mientras peleaban tenían hijos. Era una irresponsabilidad. Pero no hubo robo de chicos. Hay que tener estómago para hacerse cargo del hijo de un guerrillero.”

La fiscal Mercedes Soiza Reilly, a cargo de este tramo de la lectura de los alegatos, continuó leyendo esa entrevista. “Al ser preguntado por el periodista: ¿Las cosas pudieron hacerse de otra manera?”. Alemann respondió: “Yo hubiera hecho otra cosa. Hubiera declarado el estado de guerra interno y hubiera fusilado a todo guerrillero que se encontraba con armas. Así se hizo en Chile”.

Alemann entró en la ESMA en 1980 para ver a Orlando Ruiz, un joven militante de Montoneros, secuestrado el 4 de junio de 1980, con su esposa Silvia Beatriz María Dameri, embarazada, y sus dos hijos menores, María de las Victorias y Marcelo Mariano. De acuerdo con los sobrevivientes, la patota forzó a Ruiz para que se hiciera cargo del atentado contra el funcionario. Alemann admitió, hasta aquí, que estuvo en la ESMA y en contacto con los militares, pero negó haber visto a Ruiz e intenta defenderse como lo hicieron los mellizos García Velazco: planteando confusión con su hermano Roberto. Dice que la instrucción de la causa se confundió. Que en todo caso, podrían haber visto a su hermano Roberto, también funcionario pero, como señaló la fiscalía, en un cargo que ocupó recién en 1981, después de los hechos investigados.

“La participación de Alemann en uno de los tramos de los ilícitos que tuvieran como víctima a Orlando Ruiz se encuentra acreditada por las probanzas que se han colectado a lo largo de este juicio”, dijo la fiscal. “Veamos qué pruebas hemos colectado que nos permiten tener por acreditado que el día en que Alemann llegó a la ESMA, Orlando Ruiz fue puesto ante su presencia”, propuso. “En primer lugar, contamos con el relato de dos sobrevivientes que vieron y supieron de la presencia de Alemann, el día en que Ruiz fue llevado a la sala de torturas del sótano del centro de exterminio.” Los testimonios son del Sueco Carlos Lordkipanidse y Víctor Basterra. A sus testimonios históricos, conocidos, se sumaron otros aportados en este debate, dado que Alemann por fin aparece entre los hechos investigados.

Lordkipanidse tomó contacto con Ruiz durante “unos escasos minutos”, antes de la visita de Alemann. El muchacho, a quien no volvió a ver después de ese día y que permanece desaparecido, le dijo que lo someterían a una situación en la que iba a estar el “doctor Alemann”. Lo harían hacerse cargo del atentado. Lordkipanidse pensó que eso era bueno: si a Ruiz lo ponían en presencia de un civil, al Grupo de Tareas no le iba a quedar otra alternativa más que blanquearlo. “Me llenó de esperanza –dijo el Sueco– cuando Alemann pase por delante mío y me vea, pensé, quizás salgo yo también y se rompe la promesa del capitán Acosta, cuando me dijo ‘vos sos boleta’.”

Entonces, se cruzó con Alemann. Estaba en el pasillo del Sector 4, nombre con el que los marinos llamaban al sótano. El lugar no estaba desmantelado sino que tenía oficinas a ambos lados de un pasillo. Parado ante la puerta del comedor, pegada a la Huevera, el Sueco vio pasar a la comitiva exactamente delante suyo y observó cómo ingresaron a ese lugar destinado a la tortura. A Alemann lo vio corpulento, alto, “una persona pública y fácil de reconocer”. También dijo que era parecido a su hermano. Que vestía de traje color gris y zapatos negros. A su alrededor andaban otras diez personas, calculó. Distinguía a dos uniforme y el resto de civil. A esa altura se le sumaron, además, varios de los responsables del centro de exterminio.

Una vez que Alemann entró en la Huevera, el Sueco escuchó el sonido de los grilletes de Orlando, recordó la fiscal. Ruidos que aparecieron “cuando lo desplazaban de la sala de interrogatorios hasta el lugar donde lo aguardaban”.

Para entonces, Lordkipanidse llevaba tiempo secuestrado, forzado a hacer tareas de fotógrafo. “No usaba capucha, pero sí un antifaz, que se corría y le permitía ver. Por handy anunciaron la llegada de Alemann. El guardia, que pretendía llevarlo al comedor para que no viera, al ver la presencia de Alemann se puso en posición de firme.” La llegada del funcionario no fue una sorpresa, se había preparado con anticipación y para el acontecimiento lavaron el sótano con lavandina. “Alemann era el jefe –dijo el Sueco observando la situación–: todos los demás le rendían honores.”

Para la fiscalía estas escenas son clave, no sólo para probar su presencia sino para el ir a otro punto importante, que “Alemann tuvo la posibilidad de influir en la liberación de un detenido, Orlando Ruiz, por los contactos que tenía debido a su función pública, pero no lo hizo”.

El funcionario estuvo con el prisionero una media hora. En la Huevera habían quedado rastros del escenario montado: una representación del atentado con fotocopias de diarios, organigramas de estructuras de los militantes, llaves, corchetes que encerraban nombres y apodos de personas.

Basterra también confirmó la presencia de Alemann. Un guardia le dijo que había llegado porque Ruiz era uno de los responsables de un grupo que lo atacó. También le confirmó que el tal Alemann estaba vinculado al Ministerio de Economía.

En el juicio declararon la hermana de Ruiz y el testigo y sobreviviente Mario Villani. Su testimonio agregó un dato importante: lo describió como parte de las estructuras de poder y explicó que “fue visto en la ESMA más de una vez”. Lo vio además en el Sector 4 acompañado por “Marcelo”, es decir Ricardo Cavallo.

“Los testimonios colectados no hacen más que afirmar que Alemann no sólo fue a la ESMA sino que fue puesto ante Ruiz, a quien acusaban de haber causado su atentado y a quien le pedían explicaciones”, dijo la fiscal. “La presencia del imputado en la ESMA, interrogando a un secuestrado, implicó, además, violencia psíquica por la frustración de las expectativas que pudiera albergar Ruiz, teniendo frente a él a un funcionario de gobierno. Esta presencia más el interés de Alemann en interiorizarse de los pormenores del atentado generaron una mortificación extra en el cautivo, que ha aumentado cuando como respuesta obtuvo la continuación del sometimiento indigno. Y como si fuera poco, todo esto se completó con su desmoronamiento psíquico al comprobar que Alemann no era más que otro integrante del plan de destrucción que se había gestado.”

El rol de los médios en la ESMA

Los médicos que actuaron en la ESMA

La fiscalía centró ayer su alegato del juicio por los crímenes cometidos en la ESMA en la participación de Jorge Luis Magnacco, Carlos Octavio Capdevilla y Rogelio Martínez Pizarro y analizaron su función dentro del plan represivo.

 Por Alejandra Dandan

Sara Solarz de Osatinsky describió cómo Jorge “el Tigre” Acosta se desesperó en medio de su sesión de tortura porque ella no gritaba. ¿Por qué no gritás?, le dijo. ¿Qué pasa? Ella le respondió que en realidad no sentía nada debido a todo el dolor que había sufrido. Entonces Acosta llamó a Rogelio Martínez Pizarro, uno de los médicos del centro clandestino –los Tomy– en este caso dermatólogo. Martínez Pizzarro, dijo Sara, la evaluó y señaló que podían continuar con la tortura. Tiempo después, ese Tomy le dijo a Sara: “A mí nunca nadie me puede acusar de ser un torturador porque nunca torturé a nadie”. Ella le replicó: “Dando la venia para que continuaran la tortura, también me parecía que él era un torturador”.

Aquel médico es uno de los 59 acusados que aún esperan sentencia en el megajuicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada. A la vez, es uno de los únicos tres médicos de este juicio. Con él son juzgados los más conocidos Jorge Luis Magnacco y Carlos Octavio Capdevilla. Martínez Pizzarro llegó a este juicio sin condena. La fiscalía ayer, durante la jornada de alegatos, abordó el rol de cada uno de ellos. Señaló la “función central” que tuvieron los médicos en el plan sistemático de exterminio. En especial, en el tratamiento ilegal de las víctimas más vulnerables. La fiscal Mercedes Soiza Reilly, que continúa a cargo de este tramo de lectura, describió la relación del Departamento de Sanidad de la ESMA y del Hospital Naval en el suministro de esta mano de obra específica. Y recordó, en el caso específico del Tomy Martínez, de acento cordobés, que los sobrevivientes lo situaron dándole la inyección letal a Norma Arrostito, aparentemente el veneno que se sabe que le provocó la muerte.

“Los médicos se encargaron de las víctimas más vulnerables del campo, de lo más terrible, de las más castigadas”, explicó la fiscal. Atendieron a los torturados y lacerados para reponerlos cuando sus captores buscaban continuar interrogándolos. Se ocuparon de las embarazadas para que llegasen al parto y para poder robarles sus hijos. Y del pentonaval para que no opongan resistencia quienes iban a ser trasladados en los vuelos de la muerte.

Detrás del texto de la fiscalía, lo que ayer había en la sala de Comodoro Py era una respuesta a las defensas, que cuando ya no pueden discutir la participación de los médicos en el grupo de tareas sostienen que estuvieron ahí con una función asistencial. O, en el caso del Hospital Naval, que actuó como “salvataje”, por ejemplo con Marta Alvarez, trasladada allí por una complicación en el parto. La fiscalía recordó que, incluso en ese punto, el hospital fue una prolongación del centro clandestino. Marta continúo ilegal, clandestina, ni siquiera registrada y le prohibieron deambular por otros sectores. “No puede ser reducido su accionar a una actividad solidaria, pues sus acciones no los eximen de responsabilidad, más cuando con ellas permitieron la ejecución de las prácticas ilegales que formaron parte del plan sistemático de exterminio. En ese sentido, a poco de repasar los tipos de colaboración podemos acreditar que su actuación fue un soporte esencial en los hechos, descartando cualquier argumentación defensista.”

La presencia de los médicos en el campo no fue un capricho del GT. Estuvo regulada y prevista por el plan secreto de Capacidades de la Armada (Placintara/75) para cumplir con los planes militares, explicó la fiscalía. Los documentos reservados del Ministerio de Defensa demostraron además que institucionalmente dependían del Departamento de Sanidad de la ESMA, ubicado en el predio. Sanidad estaba vinculado al director de la ESMA y proveía de médicos y de enfermeros al CCD, dijo la fiscalía. “Pero es Acosta quien incluye al personal de Sanidad como parte esencial del GT –recordó– cuando en su indagatoria nos manifestó que era una ‘pieza fundamental en la estructura’. Fueron piezas que posibilitaron la concreción de los hechos criminales. Además, Acosta dijo que ellos tenían asignado un lugar en el espacio exclusivo de Los Jorges, el sitio clandestino donde se decidía la vida y la muerte de los cautivos.”

Así como Sanidad, otra área que funcionó en esa línea fue el Hospital Naval. “No sólo facilitando a sus profesionales médicos al GT, sino las instalaciones, dado que en ese lugar la residencia del cautivo fue clandestina como lo fueron las atenciones brindadas ya que continuó siendo sometido a un cruel trato, inhumano.”

Sanidad y el Hospital Naval tuvieron otras características. Sanidad estaba dividida en cuatro áreas: medicina, odontología, farmacia y bioquímica. “Las necesidades operativas obligaban al responsable a requerir la presencia de médicos del Naval, pero –dijo Soiza Reilly– necesitaban especializados en otros temas que podían cubrir con los médicos disponibles en Sanidad, por ejemplo un obstetra.” Martínez Pizzarro, Capdevilla y Magnacco fueron los más nombrados por los sobrevivientes, los más vistos dentro del campo y los que más injerencia tuvieron en el contacto con los cautivos, dijo la fiscal durante el alegato en el que enumeró y describió la función de cada uno en el centro de maternidad ilegal.

Por esas mismas razones, ellos no fueron todos los médicos ni enfermeros que actuaron. “El número de profesionales de la salud no se reduce a los tres imputados del juicio –explicó–. El plan de exterminio se preparó para que estos profesionales tengan asignado tareas especiales dentro y fuera del CCD. Su tarea era atender no solo a la población de las ESMA sino los requerimientos del GT.”

De los tres acusados, Martínez Pizzarro es quizás el menos conocido. Su nombre aparece sin embargo en los primeros listados de los sobrevivientes, tratados en este juicio singularmente con la entidad de prueba documental. Lo nombra Sara Osatinsky, también Lisandro Cubas, Alfredo Buzzalino, Miguel Lauletta, Ricardo Coquet, pero también aparece en la carta escrita por Domingo Maggio, en abril de 1978, cuando escapó de la ESMA. En esa carta que logró redistribuir antes de su nueva captura y asesinato también aparece la referencia a Magnacco.

“La metodología que aplican para deshacerse de los cadáveres de los secuestrados (...) fue cambiando con el tiempo. En los comienzos colocaban en un auto a una cantidad de personas (6 o 7), los acribillaban a balazos y luego incendiaban el auto. Luego adoptaron el ahorcamiento en la misma escuela, para luego tirarlos al mar. En la actualidad se les coloca una inyección somnífero, se los envuelve en una lona y se los tira al mar (...). Esta tarea es efectuada también por un médico, oriundo de Córdoba, que se hace llamar Tomy y por otro al que llamaban Menguele.”

Martínez Pizzarro aún niega su participación activa en la ESMA. Dice que se dedicó a controles “mínimos”. Pero hoy está acreditado no sólo su intervención como médico, sino su ascenso durante el tiempo que estuvo en la ESMA y su integración a los operativos por su paso previo por la Infantería de Marina, es decir, dijo la fiscalía, “un militar entrenado en combate”. Su nombre aparece en el histórico documento que señala las condecoraciones hechas por Emilio Massera a los integrantes del GT por su “heroico valor al combate”: “Si alguna duda cabe, esta distinción de la medalla de honor es por haber actuando en combate real contra las víctimas de este juicio –dijo la fiscal–: no fue por haber atendido a los aspirantes de la Escuela”.

jueves, 9 de julio de 2015

La historia desconocida de Rodolfo Walsh que reveló la causa ESMA



Se armó una cadena testimonial impresionante", dijo la abogada de la familia Walsh
"Lo que más me interesa de ello es que se llevaron el último cuento que mi padre había escrito «Juan se iba por el río». Durante el juicio les pedí a los represores en la cara que me lo devolvieran", señaló Patricia Walsh a este medio.

Gracias a los testigos del juicio, salieron a la luz datos inéditos sobre los meses previos a su homicidio; el predio en donde podrían estar sus restos
Por Maia Jastreblansky  | LA NACION

La causa ESMA no sólo hizo justicia con la familia de Rodolfo Walsh al condenar a prisión perpetua a los responsables de su muerte. También echó luz sobre aspectos desconocidos sobre los meses previos a su desaparición. Además, les dejó una esperanza: la posibilidad de descubrir el paradero de sus restos.

Tras el golpe de marzo de 1976, Walsh había pasado a la clandestinidad como Norberto Pedro Freyre, gracias a una cédula apócrifa que le había facilitado un amigo policía. Ya había falsificado su identidad por la de Francisco Freyre cuando investigó los fusilamientos de José León Suárez (relatados en Operación Masacre) pero, llegada la Junta Militar, decidió cambiar su nombre de pila y camuflarse bajo un aspecto senil.

A pesar de su disfraz, el 25 de marzo de 1977, en la esquina de San Juan y Entre Ríos, un grupo de militares le hizo una emboscada, lo acribilló e hizo desaparecer su cuerpo.

En el veredicto dictado el pasado miércoles por el Tribunal Oral 5°quedó probado que Walsh fue asesinado por el Grupo de Tareas (GT) 3.3.2. de la ESMA, un hecho por el que fueron condenados, entre otros, Alfredo Astiz y Jorge "El Tigre" Acosta. Lo que hasta entonces figuraba como "desaparición", pasó a llamarse "homicidio".

"Se armó una cadena testimonial impresionante", dijo la abogada de la familia Walsh

Pero además en el juicio pudo comprobarse que parte del GT, bajo el comando directo de Acosta, venía siguiendo la pista de Walsh desde septiembre de 1976, y que personas sin vínculo con el periodista fueron detenidas y torturadas con la intención de obtener datos. En tanto, gracias a las declaraciones de sobrevivientes, la Justicia ordenó preservar un predio en donde podrían estar los restos del escritor.

"Por lo pronto, no nos podemos quedar con la duda así que reclamamos que se hagan peritajes en ese terreno", señaló la hija del periodista, Patricia Walsh en diálogo con LA NACION. Su abogada, Myriam Bregman, explicó acerca del juicio: "Fuimos reconstruyendo espacios en blanco. A partir de un testimonio pedimos más testigos y se armó una cadena testimonial impresionante".
La casa del Delta

Uno de los hechos que salieron a la luz fue el operativo que el "Tigre" Acosta llevó a cabo en el Delta del Tigre. Allí Walsh había adquirido dos casas de fin de semana, "Lorelei" y "Liberación".

A esta última se dirigieron los militares bajo orden de la Marina a buscar al periodista el 19 de septiembre de 1976. Al llegar se encontraron con la casa vacía, situación que no les impidió irrumpir violentamente. Se trata del famoso "allanamiento" de la casa de Tigre al que el periodista se refiere en el primer párrafo de la Carta Abierta a la Junta Militar.

"Sólo con el tiempo algunos entendieron que fueron detenidos porque buscaban a mi padre", dijo la hija de Walsh

En una propiedad vecina residía un matrimonio que al momento del operativo recibía la visita de otra pareja. Los cuatro fueron capturados y trasladados encapuchados en lancha-colectivo hasta la costa y luego hacia la ESMA. Allí fueron sometidos a torturas y vejaciones, interrogados sobre el paradero de Walsh, a quien no conocían. Luego de unos días, fueron liberados.

El matrimonio vendió su casa y jamás quiso regresar al lugar. "Sólo con el tiempo estas personas comprendieron que habían estado en la ESMA, porque asociaron los ruidos de los aviones y los murmullos, y que en realidad buscaban a mi padre", relató Patricia Walsh.

La reapertura de la investigación los motivó a brindar testimonio en el juicio que finalizó el pasado miércoles. Tras su declaración, durante las audiencias, el "Tigre" Acosta reconoció ante el Tribunal haber encabezado la operación.
 Lorelei, una de las casas de Walsh en el Tigre // Foto: Luciano Zito - LUPA FILMS.

El botín de San Vicente

A los represores además, se les imputó el delito de "robo con armas, en lugar poblado y en banda", en perjuicio de los bienes de Walsh. Cuando en marzo del 1977 el periodista fue capturado, llevaba un maletín con el boleto de compra venta de un terreno en San Vicente.

Allí se dirigió el grupo de tareas para realizar la tarea que se hacía con la mayoría de los desaparecidos: llevarse un botín. Los militares ingresaron en su casa de San Vicente y la vaciaron de pertenencias, que fueron depositadas en el llamado "Pañón" de la ESMA, donde se acumulaban los bienes de las víctimas.

"Lo que más me interesa de ello es que se llevaron el último cuento que mi padre había escrito «Juan se iba por el río». Durante el juicio les pedí a los represores en la cara que me lo devolvieran", señaló Patricia Walsh a este medio.
 La casa de San Vicente donde fueron robadas sus pertenencias // Foto: Luciano Zito - LUPA FILMS.

El campo de deportes, una sospecha a despejar

En uno de sus párrafos de la sentencia que leyó el tribunal se hace mención a un campo de deportes sobre el cual se pide "preservar la prueba". Se trata del predio "Cabo Primero Ernesto del Monte" que la Armada posee en el barrio de Núñez.

Allí hace 19 años se realiza un torneo deportivo del que participan los miembros de las Fuerzas Armadas. Fútbol, voley y atletismo son algunas de las disciplinas que se practican en la competencia, cuya última edición tuvo lugar en septiembre último.

Según lo que indujo la hija de Walsh a raíz de los testimonios, ese podría ser paradero de los restos de su padre. Dos de los sobrevivientes, aseguraron además haber visto al cuerpo Walsh ser trasladado en camilla en el sótano del llamado casino de oficiales, el espacio central de alojamiento y tortura de los secuestrados de la ESMA.

"No me puedo quedar con la duda del paradero de sus restos", manifestó Patricia Walsh

"Los testigos dijeron que las víctimas que fueron cremadas eran enterradas en ese lugar. Mi padre fue baleado por lo que hay grandes posibilidades que sea su caso, a diferencia de otros cuyo destino fueron los «vuelos de la muerte»", relató Patricia Walsh.

Ese podría ser además el lugar donde se enterró el cuerpo de Raimundo Villaflor, protagonista del libro de Walsh "¿Quién mató a Rosendo?", según el reclamo que también hizo su hija, Laura Villaflor. Ambas mujeres harán mañana una nueva presentación judicial sobre el tema.

"Es grave hacer de cuenta que no sucedió nada y llevar a ese lugar a practicar deporte sin explicar lo que allí sucedió", manifestó Patricia Walsh. Tras la disposición de la Justicia, espera que el Equipo Argentino de Antropólogos Forenses (que ha recuperado cientos de cuerpos de personas desaparecidas), haga los rastrillajes pertinentes en el lugar.