martes, 31 de agosto de 2010

Confirman procesamiento y prisión preventiva para un imputado en la causa ESMA

Confirman procesamiento y prisión preventiva para un imputado en la megacausa ESMA
Lo resolvió la Cámara Federal porteña. Se trata de Carlos Galián, quien actuaba bajo el alias de “Pedro Bolita” y está acusado de imposición de tormentos y privación ilegal de la libertad seguida de muerte.

La Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal confirmó el procesamiento y prisión preventiva de Carlos Galián, alias “Pedro Bolita”, quien se encuentra imputado por imposición de tormentos y privación ilegal de la libertad seguida de muerte en el marco de la megacausa ESMA.

“Galián fue individualizado por diversas víctimas que permanecieron ilegalmente detenidas en el centro clandestino de detención que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada como aquél al que en esas circunstancias conocieran bajo el mote de ‘Pedro Bolita’”, afirman los camaristas en el fallo.

Según testimonios que figuran en la causa, Galián se encargaba de custodiar a los detenidos y de prepararlos para los “traslados”.

Para los jueces, “el imputado no sólo conocía las privaciones ilegales de la libertad y tormentos a que fueran sometidas las víctimas, sino que, además, lejos de evitarlo, participó prestando una ayuda necesaria para que aquéllas se llevaran a cabo, como forma de realización de los objetivos, en tanto y en cuanto éstos se desarrollaron como un plan sistemático pergeñado desde las más altas autoridades que tomaron el poder y en cuyo cumplimiento intervinieron los distintos estratos inferiores que participaron -en punto a lo que atañe a este proceso- en el funcionamiento del centro ilegal de detención”.

jueves, 26 de agosto de 2010

Pernías admitió los vuelos y torturas

Ante la Justicia, el ex oficial de Inteligencia Antonio Pernías reconoció haber integrado el grupo de tareas de la ESMA, justificó las torturas como “interrogatorios reforzados” y se refirió a “los traslados” de detenidos.

El ex oficial de Inteligencia Antonio Pernías volvió a hablar en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA y reconoció que el grupo de tareas que integró en ese centro clandestino tenía como práctica realizar “interrogatorios reforzados” a los detenidos. El represor justificó las sesiones de tortura –“aún hoy se los sigue aplicando en países como Irlanda o Israel”, sostuvo–. También argumentó que las condiciones de detención en Capucha, donde permanecían los secuestrados por el grupo de tareas de la ESMA, “no se diferenciaban demasiado de las cárceles del pueblo”.

La de ayer fue la segunda vez que Pernías, que está siendo juzgado junto a otros dieciocho represores, pide declarar. Subió al estrado con un bolso lleno de libros, que viene usando para desmentir las declaraciones de los sobrevivientes que atestiguan en las audiencias. Así, lee un párrafo de La Voluntad o de Mujeres guerrilleras a los jueces con la intención de confrontar los dichos de tal o cual testigo con lo publicado. Usa también La Masacre de San Patricio, de Eduardo Kimmel, y Cuando el poder perdió el juicio, de Luis Moreno Ocampo.
En tono autojustificatorio, el represor dijo que el país pasó por “una guerra” y adjudicó sus “horrores y errores” a “la obediencia debida” y “la emoción” que le causaron, dijo, “los crímenes cometidos por los jóvenes idealistas/terroristas/guerrilleros”. Como si fuera una novela por entregas, prometió “explicar la posición de Perón” en su próxima declaración.
Más allá de la puesta en escena, para los abogados querellantes la declaración aportó algunos puntos útiles. Lo principal es que Pernías reconoció haber sido personal permanente del grupo de tareas de la ESMA y, al mismo tiempo, admitió que la tortura era una práctica del grupo. Por otra parte, blanqueó que el represor Julio César Coronel, que también está siendo juzgado por los crímenes cometidos en ese centro clandestino, utilizaba el apodo de Maco.

Pernías reconoció que Rodolfo Walsh fue llevado a la ESMA, negó haber participado en el secuestro y la desaparición de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet y se refirió de manera indirecta a los vuelos de la muerte, al sostener que ni los oficiales ni los suboficiales decidían “los traslados” de detenidos. “Todo estaba decidido en esta guerra. Ningún oficial ni suboficial tenía que tomar decisiones sobre los traslados”, declaró, ya que se trataba de “una guerra cruel”.
Al aludir a sus funciones como interrogador mediante la aplicación de tormentos, usó el eufemismo de “interrogatorios reforzados” que, apuntó, “todavía son legales” en países como Israel e Irlanda, argumentó. “Pero no había ensañamiento, porque nosotros éramos personas de bien”, sostuvo en otro tramo de su declaración, lo que levantó murmullos de indignación entre los asistentes, en su mayoría familiares de las víctimas o sobrevivientes del terrorismo de Estado. En el mismo sentido, sostuvo que “lo que hacía el grupo era sacar información, no había ensañamiento” y que los interrogatorios “eran por quince minutos, y si no se sacaba información después de ese tiempo, ya no servía”.
El juicio por los crímenes de lesa humanidad cometido
s en la Escuela de Mecánica de la Armada está a cargo del Tribunal Oral Federal Nº 5. En la audiencia de ayer, después de estar varias jornadas ausente, reapareció el ex jefe del grupo de tareas Jorge “el Tigre” Acosta; también estuvo Ricardo Miguel Cavallo.

Las audiencias se iniciaron el 14 de diciembre del año pasado; fueron escuchados ya más de un centenar de testigos, algunos por vía de teleconferencia dado que viven exiliados desde que fueron liberados de la ESMA. Los hechos que se juzgan son 85 casos de delitos de lesa humanidad, incluidos el secuestro y desaparición de Rodolfo Walsh, de las monjas francesas Duquet y Domon, y del grupo fundador de las Madres de Plaza de Mayo que integraban Azucena Villaflor, Mary Bianco y María Esther de Careaga.
Junto con Pernías, los imputados en este tramo de la causa son Jorge Eduardo Acosta, Alfredo Astiz, Juan Antonio Azic, Carlos Capdevilla, Ricardo Cavallo, Julio César Coronel, Adolfo Donda, Juan Carlos Fotea, Manuel García Tallada, Pablo García Velazco, Alberto González, Oscar Montes, Jorge Rádice, Juan Carlos Rolón, Raúl Scheller y Ernesto Weber.

lunes, 23 de agosto de 2010

Por la unificación de los juicios

Detenida-desaparecida en la ESMA, Dora Laura Seoane reclamó hoy a la Justicia la unificación de los juicios a fin de evitar "el dolor y sufrimiento" que causa a los testigos tener que revivir los tormentos a los que fueron sometidos durante su cautiverio.

Seoane, quien es esposa de Víctor Basterra, el obrero gráfico que pudo sacar de la ESMA fotografías de detenidos y represores que actuaron en el centro clandestino, reconoció a tres de sus secuestradores y torturadores.

Al declarar en el juicio oral que lleva adelante el Tribunal Oral Federal número 5, Seoane identificó a Adolfo Miguel Donda, Ricardo Cavallo y al oficial médico Carlos Capdevilla.

A propósito, aseguró que las fotografías que pudo sacar su marido de la ESMA reflejan la imagen de los represores "tal como se veían en aquella época".

Víctor Melchor Basterra ocultó durante su cautiverio copias fotográficas y valiosa documentación que recién pudo sacar de la ESMA cuando le permitieron visitar a su mujer, quien ya había sido liberada junto a su pequeña hija y permanecía en el domicilio de su hermano en La Plata.

Tanto las fotografías, que Basterra y su mujer ocultaron "en una bolsa en un compartimento de un placard, fueron entregados a la CONADEP antes del juicio a las Juntas militares, mientras que Seoane dio detalles acerca de lo que ocurría en la ESMA a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuando todavía su marido estaba en cautiverio.

El matrimonio y la beba de dos meses, fueron secuestrados el 10 de agosto de 1979, durante un operativo llevado a cabo en su domicilio de Valentín Alsina.

De ese procedimiento participaron Donda, Capdevilla, Juan Carlos Rolón, Fernando Peyón (quien no figura en este juicio), mientras que en las cercanías los aguardaba "un Ford Falcon celeste, conducido por Ricardo Cavallo, alias Marcelo".

Una vez trasladada a la ESMA fue torturada con picana eléctrica y alojada en el sitio conocido como "Capucha", donde se encontraban otros detenidos, entre ellos María Elsa Guerreiro de Villaflor, Josefina Villaflor y otros militantes del Peronismo de Base, del que formaban parte.

Todos ellos están desaparecidos y durante el juicio varios testigos confirmaron que habrían sido arrojados al mar en los llamados "Vuelos de la muerte".

Por otra parte, confirmó que su marido permaneció en la ESMA hasta 1984, con salidas periódicas, en tanto recibían en La Plata la visita del refecto Jorge Manuel Diaz Smith, hasta que ambos resolvieron viajar a Neuquén donde tenían familiares.

Al término de su declaración, y tener la oportunidad de decir las últimas palabras de su testimonio Seoane reclamó la unificación de las causas ya que "cada vez que tenemos que venir a declarar nos provoca mucho dolor y mucha angustia" al revivir hechos que "están siempre presente".

De todos modos, reivindicó la existencia de los juicios "porque todo esto sirve para la democracia", en tanto reclamó el esclarecimiento de la desaparición del testigo Jorge Julio López y del asesinato de Silvia Suppo en Santa Fe, quien también era sobreviviente de la dictadura.

viernes, 6 de agosto de 2010

“Hay microfilms de 4700 secuestrados”


 HECTOR COQUET, SOBREVIVIENTE DE LA ESMA, ASEGURO QUE EL TIGRE ACOSTA TENDRIA GUARDADO UN ARCHIVO

El ex detenido-desaparecido aseguró que hubo tres copias de un archivo con legajos de los secuestrados que pasaron por ese centro clandestino que se entregaron a los jerarcas de la Armada. Coquet enfrentó al represor Cavallo y lo calificó de “cerdo torturador”.
    
El represor Jorge “Tigre” Acosta, quien fuera jefe de inteligencia de la ESMA, tendría guardado un archivo completo de microfilms con los legajos de alrededor de 4700 personas que pasaron por ese centro clandestino de detención durante la dictadura. Así lo aseguró ayer Ricardo Héctor Coquet, uno de los sobrevivientes de la ESMA, en el juicio oral en el que están acusados dieciocho represores. El ex detenido-desaparecido declaró que hubo tres copias de esos archivos que fueron repartidas entre las máximas autoridades de la Armada, antes de que fueran destruidos los originales. En otro tramo de su testimonio, Coquet enfrentó al represor Ricardo Miguel Cavallo, a quien le exigió que levantara la vista de la laptop. “Lo veo a este cerdo de Cavallo y recuerdo a las embarazadas llegando encapuchadas, engrilladas, que pasaban desnudas hacia los vuelos de la muerte y no es fácil verlo tan prolijito, porque también es un torturador”, exclamó cuando el presidente del Tribunal, Daniel Obligado, lo llamó al orden.

La declaración de cinco horas de Coquet ante el Tribunal Oral Federal 5 fue contundente: presenció cómo las carpetas con los legajos y las fotos de los más de 4700 detenidos que eran trasladados en los vuelos de la muerte fueron microfilmadas, luego destruidas y las copias de los films repartidas entre el ex jefe de la ESMA, el fallecido almirante Rubén Chamorro y el ex dictador Emilio Eduardo Massera, hoy inimputable. La tercera copia fue entregada a uno de los principales acusados por los crímenes cometidos en ese centro de detención, el capitán Jorge “Tigre” Acosta.

El testigo estuvo alojado en la ESMA hasta diciembre de 1978, luego de que el 10 de marzo de 1977 fuera detenido y secuestrado en la calle Medrano y el pasaje Lezica, en el barrio de Almagro. Militante de la JP en la Facultad de Medicina y carpintero de oficio, logró sobrevivir durante su cautiverio falsificando originales de cédulas de identidad, títulos de propiedad, pasaportes y documentos de la Policía Federal y carnets, por orden de los represores. Ante Página/12, Coquet recordó cómo sus captores le preguntaron si podía confeccionar “organigramas”, para ordenar la actividad de los grupos de tareas. “Luego la tarea se empezó a sofisticar”, señaló en referencia al momento en el que Massera compró una máquina de última generación para poder imprimir a color los documentos que falsificaban, y que estaba en el edificio Libertad perteneciente a la Armada. También aseguró haber falsificado un carnet del Jockey Club con el cual fueron retirados de un haras de Chacras de Coria en Mendoza los caballos de carrera que pertenecían a los empresarios Gutheim, por cuyo secuestro está hoy detenido el ex ministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz.

Coquet sorprendió al Tribunal al presentar también pruebas concretas de su pasaje por la ESMA. Llevó una carterita de cuero que era fabricada por los detenidos, que contenía un compartimiento oculto que posibilitaba transportar la documentación falsificada que les permitía a los represores adulterar su identidad en el exterior, en caso de que fueran identificados por algunas de sus víctimas en el exilio. De ese compartimiento Coquet extrajo dos cédulas de identidad de aquella época falsificadas en la ESMA. Ante este diario, Coquet rememoró cuando a fines de 1978, junto con otro de los detenidos, Miguel Angel Lauletta (también del área de documentación), recibió la orden de microfilmar “los casos mil”, que supuestamente eran de sobrevivientes que habían sido liberados. Más tarde se enterarían de que las carpetas celestes en las que se guardaban las fotos y las planillas de ingreso de los detenidos pertenecían a los que fueron asesinados en los vuelos de la muerte. “El Tigre Acosta trajo una máquina destructora de documentos y le hizo microfilmar a Miguel Angel. Yo luego tenía que destruir las carpetas”, recordó. “Si Acosta se enteraba de que yo también presencié cómo se filmaban, me hubiera matado”, aseguró.

El testimonio de Coquet fue de extrema relevancia, ya que además reveló que, por órdenes del entonces prefecto Héctor Febres, fue el encargado de confeccionar la bandera de tela de Montoneros, que apareció por detrás en la foto con las monjas francesas Leónie Duquet y Alice Domon, con la que los represores intentaron simular que las religiosas habían sido secuestradas por esa organización. También contó que el ex oficial Ernesto Weber, durante una de sus guardias, le confesó: “Lo bajamos a Walsh”, en alusión al asesinato del periodista por un grupo de tareas.

En la misma jornada, también declaró el ex guardiamarina de la Infantería de Marina Julio César Urien, quien fuera compañero de camada de los represores Ricardo Cavallo, Adolfo Scilingo y Alfredo Astiz.

Urien permaneció ocho años detenido en una unidad del Ejército en La Plata y en la cárcel de Olmos y estuvo varias veces al borde de ser fusilado. Urien participó de un alzamiento de una unidad de la Armada (el batallón 2 de Infantería de Marina) que funcionó en la ESMA, ocurrido el 16 de noviembre de 1972, en oportunidad del fallido regreso de Juan Domingo Perón al país.

Informe: Gabriel Morini.

sábado, 31 de julio de 2010

Dos nuevos testimonios abrumadores de sobrevivientes

Lisandro Raúl Cubas y Rosario Quiroga testimoniaron el 30 de julio  en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino. Luego de un receso de casi dos semanas por la feria judicial, el Tribunal Oral Federal Nº 5 retomó las audiencias en el que hay 18 imputados.

Cuando Lisandro Raúl Cubas vio a los diez civiles que le gritaban la voz de alto, y se tiraban encima suyo, buscó en un bolsillo la pastilla de cianuro, y entre empujones logró meterla en su boca. La mordió fuerte y sintió como se desvanecía. “Es cierto, uno recuerda las cosas más importantes de su vida cuando se está muriendo”, dijo.
Horas más tarde, ya en el sótano de la Escuela de Mecánica de la Armada, despertó recostado sobre una pila de cadáveres. Trató de no respirar, para que los marinos no notaran que había sobrevivido al fallido suicidio.

Cubas fue brutalmente torturado luego de un lavaje de estómago para quitar los restos del veneno. “Me desvanecía con la picana. El 24 de octubre de 1976, cuatro días después de mi detención, sufrí terriblemente la tortura. Recuerdo bien la fecha, porque era mi cumpleaños. Los marinos me cantaban el feliz cumpleaños mientras me torturaban”, dijo.
Lisandro Raúl Cubas y su actual esposa, Rosario Quiroga, son los dos ex detenidos de la Esma que testimoniaron hoy en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención, que allí funcionó durante la última dictadura.
Luego de un receso de casi dos semanas por la feria judicial, el Tribunal Oral Federal Nº 5 retomó las audiencias del proceso en el que están imputados 18 miembros de las fuerzas, entre ellos Jorge “el Tigre” Acosta y Alfredo Astiz.

“Una de las sensaciones más terribles es la de estar encapuchado, sin tener noción del tiempo y del espacio. Cuando entré a la ESMA me dieron un número. En los días de traslados (nombre como se llamaba a los vuelos de la muerte) cantaban los números de las personas que iban a morir. Yo gritaba ‘a mí, a mí, 571’. No quería vivir más”, relató Cubas con la voz quebrada.
El testigo, que estuvo casi tres años en el centro clandestino, contó que una de sus peores torturas fue tener que soportar los grilletes en los tobillos por un año y medio. “Me hacían acordar a la época de la esclavitud. Los tobillos se hinchaban mucho”, dijo.

A modo de prueba, Cubas sacó de una bolsa dos grilletes que le había dado otra detenida en el momento de su liberación. El tribunal quedó sorprendidos. Los jueces tocaban el artefacto que había estado, 34 años atrás, en los pies de la ex detenida Alicia Milia de Pirles.
“Me los entregó en el aeropuerto. Ella se iba exiliada a Europa y yo, a Venezuela. Me los dio porque no podía pasar los controles europeos con ellos. Estos grilletes están forrados con vendas y cinta adhesiva, para que duela menos el contacto con la piel. Los candados, tienen el escudo de la Armada Argentina”, contó el testigo.

El ex detenido continuó relatando sus días de desaparecido: “En la Navidad de 1976 nos bajaron al sótano. Había un cura que nos dio misa, para que encontráramos la paz interior. El sacerdote preguntó quienes nos queríamos confesar. Algunos lo hicimos”.
Luego de un tiempo, Cubas fue obligado a realizar desgravaciones de conversaciones telefónicas. Muchas de ellas, eran acuerdos de citas entre compañeros de su militancia montonera.
“Creo que me salvé porque mi padre era ex comandante de la Gendarmería. El marino Antonio Pernías le tenía respeto. Eso no los frenaba en interrogarme sobre mis hermanos, que militaban en la columna oeste de Montoneros, ni por mi primo Ramón Saadi (ex senador por Catamarca)”, dijo.
Cubas aseguró que se enteró del destino de sus hermanos en una conversación telefónica con su madre. “La llamé y me contó a los gritos que habían secuestrado a mis dos hermanos. Me preguntó si estaban conmigo y le dije que no”.
El testigo precisó: “Pernías me confirmó que a mis hermanos los tenía el Ejército. Le pedí que me llevaran con ellos, para tener su mismo destino. Mis hermanos están actualmente desaparecidos”.

En 1978 Cubas conoció, dentro de la ESMA, a Rosario Quiroga. “Yo era el peluquero oficial de los detenidos. Ella vino a cortarse el pelo y así la conocí. Tiempo después formé pareja con ella. Nos liberaron juntos y nos fuimos a Venezuela”.

Víctima del Plan Cóndor
Rosario Quiroga fue secuestrada por las fuerzas conjuntas uruguayas, en la frontera con nuestro país. Como parte de un plan de cooperación, luego de torturarla con submarinos secos (asfixia con una bolsa en la cabeza), golpes y hasta dejarla colgada por días, fue entregada a la Armada Argentina.
En la ESMA presenció como su compañero Omar De Gregorios era dejado morir en condiciones inhumanas. “Tenía un ano contra natura, porque cuando lo agarraron en la frontera uruguaya le pegaron un tiro. Estuvo en un centro del Ejercito. Cuando llegó a la ESMA estaba muy mal”.

Quiroga dijo que De Gregorio fue operado en el Hospital Naval, pero que nunca se recuperó: “No lo rasuraron ni le daban los antibióticos a término. Yo estuve con él durante su operación. Murió en el sótano de la ESMA. Le pedí a Acosta si le podían entregar el cuerpo a su familia. Me dijo que no”. Al día siguiente de la muerte de De Gregorio, Acosta la llevó a comer a un carrito de la Costanera Norte. “Me dijo que mi vida iba a cambiar”, aseguró.

Luego de la dura experiencia, le permitieron que trabajara en la Pecera, junto a otros detenidos: “Lo conocí a Lisandro, porque me cortó el pelo. El 19 de enero de 1979, nos liberaron y nos compraron un pasaje a Venezuela”.
La testigo contó que una vez pudo acceder al Dorado, la sala de la planta baja del Casino de Oficiales de la Esma, donde funcionó el Servicio de Inteligencia Naval (SIN): “Vi carpetas con los nombres de los caídos. Muchos tenían al lado la frase ‘destino final’”.

miércoles, 23 de junio de 2010

Procesan al ex aviador Poch por los “vuelos de la muerte”

 
La Justicia cree que Julio Alberto Poch arrojó vivos al mar a más de 600 prisioneros de la última dictadura. Dictaron un embargo sobre sus bienes por 615 millones de pesos.
El oficial retirado de la Armada y piloto aéreo Julio Alberto Poch fue procesado con prisión preventiva porque supuestamente arrojó vivos al mar a más de 600 prisioneros de la última dictadura desde los 'vuelos de la muerte', se informó hoy en los tribunales porteños.

El juez federal Sergio Torres imputó al teniente de fragata (r) los delitos de "privación ilegítima de la libertad" y "torturas seguidas de muerte", a la vez que dictó un embargo sobre sus bienes de 615 millones de pesos.

Para el procesamiento, confiaron las fuentes, resultaron fundamentales un "diario personal" y un "libro de viajes" escritos por Poch, que habían sido secuestrados en su casa de Zuidscherme, un pueblo a 25 kilómetros de Amsterdam, Holanda, donde vivía desde los años '80.

Entre otros crímenes está acusado de los asesinatos de las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, el periodista y escritor Rodolfo Walsh y la joven argentina, de familia de origen sueco, Dagmar Hagelin.

El ex marino, de 57 años, cumple prisión preventiva en el penal bonaerense de Marcos Paz, junto a otros marinos procesados en la denominada "Megacausa ESMA", que investiga los crímenes de lesa humanidad perpetrados en el campo de concentración que funcionó en ese centro educativo de la Armada.

En sus declaraciones indagatorias, Poch aseguró había negado cualquier participación en los "vuelos de la muerte" y aportó testimonios de ex compañeros suyos de trabajo en Holanda que negaron que él se haya jactado de haber piloteado los vuelos en los que se arrojaba gente al mar.

El teniente de fragata retirado fue detenido el 22 de septiembre pasado en España en base a testimonios de sus compañeros de la compañía aérea holandesa Transavia, que lo denunciaron a la policía de ese país y dieron origen a la investigación judicial. Declararon que Poch presumía en conversaciones con ellos de haber actuado en los "vuelos de la muerte" arrojando con vida al mar a quienes él consideraba como "terroristas de izquierda". Pero trataba de aliviar el asunto diciendo que las víctimas "eran previamente drogadas" con Penthotal.

Esas declaraciones fueron aportadas en Holanda ante escribano que las certificó y las envió a Buenos Aires.

Según Poch las acusaciones en su contra obedecieron a una "interna" entre sus compañeros de trabajo.

Se retiró de la Armada el 1 de febrero de 1981 y luego se fue a vivir a Holanda con su esposa y tres hijos, donde obtuvo la doble nacionalidad argentina-holandesa. Vivía en Zuidscherme, un pueblo a 25 kilómetros de Amsterdam, capital de los Países Bajos.

Allí trabajo como piloto de línea para la empresa Transavia y el 22 de septiembre hizo su último vuelo a Valencia, donde tenía pensado radicarse. Al llegar piloteando el avión al aeropuerto español fue detenido por un operativo que se había montado para apresarlo.

Al ser interrogado por jueces de la Audiencia Nacional de España sobre las denuncias de sus compañeros de trabajo, Poch dijo que lo habían "malinterpretado" en las charlas que mantuvieron sobre la represión ilegal de la dictadura.

A pedido del juez Torres se inició un proceso de extradición que fue aprobado por el Consejo de Ministros de España y que se concretó con la llegaba al país de Poch.

Los llamados "vuelos de la muerte" en aviones navales desde los cuáles los secuestrados eran arrojados al mar y al Río de la Plata fueron revelados por los sobrevivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada y en 1995 confirmados por el ex represor Adolfo Scilingo, quien reconoció haber participado en dos y ahora cumple condena en España.

domingo, 30 de mayo de 2010

Continúan testimonios

Continuaron las declaraciones de sobrevivientes y familiares de víctimas. El viernes 21 de mayo Horacio Peralta describió su cautiverio, las torturas que padeció y las que presenció mientras estaba detenido. Además, relató que los represores los amenazaban con atacar a sus familias y dijo  que utilizaban esta estrategia como método de coerción dentro y fuera de la ESMA. 
El mismo día declaró Luis Salvador Bianco, quien se refirió a la desaparición de su hermana Alicia y de su madre María Eugenia Ponce de Bianco, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, que fue secuestrada el 8 de diciembre de 1977 en la Iglesia Santa Cruz.  Diez días más tarde su cuerpo fue encontrado en las costas de la localidad bonaerense de Santa Teresita, pero recién pudo ser identificado en 2005, luego de haber permanecido durante 18 años en una fosa común del cementerio de General  Lavalle.

El jueves 27 declararon los sobrevivientes Osvaldo Rubén Cheula y Silvia Wikinski. Cheula fue secuestrado en dos oportunidades mientras hacía el servicio militar en la Marina. En la primera oportunidad fue torturado. A Wikinski le asignaron el número 347, número con el que llamaban a los detenidos al momento de los traslados. “No teníamos idea sobre nuestro  destino, no éramos dueños de decidir cuándo ir al baño o cambiarnos la ropa", declaró Wikinski. Al concluir su testimonio, dijo: "No importaba si había preguntas o no, los vejámenes formaban parte de una norma. A los captores, no se los veía forzados a hacerlo; parecía que lo disfrutaban. Parecía que les causaba placer torturar".

Hoy declararon Carlos García, sobreviviente, y Marianella Galli, secuestrada  junto con sus padres Patricia Flynn y Mario Guillermo Galli y su abuela cuando tenía un año y  edio. Marianella fue conducida a la ESMA y liberada tres días después. Las audiencias continuarán el jueves 3 de junio con las declaraciones de François Chéron y Lilia Ferreyra.