lunes, 16 de enero de 2012

La cita falsa que llevó a Walsh a una trampa y a morir acribillado

Rodolfo Jorge Walsh, escritor, periodista, oficial de Inteligencia de Montoneros, fue asesinado la tarde del 25 de marzo de 1977, en el tramo de la avenida San Juan que va desde la calle Combate de los Pozos hasta Entre Ríos. Entre 25 y 30 agentes del Grupo de Tareas 3.2.2 que operaba en el centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) concluyó así un plan letal organizado con astucia y paciencia. Varios días atrás, otro montonero, detenido por la Marina, había dado la información que ayudó a los militares a emboscar a Walsh. El objetivo era atraparlo vivo. Por eso uno de los integrantes del operativo fue un francotirador entrenado para herir sin matar. No actuó. “¡Pepa! ¡Pepa!”, gritaron sus perseguidores cuando creyeron que Walsh metía la mano en una bolsa de plástico para hacer explotar una granada. Lo balearon.

Walsh vestía una guayabera beige de tres bolsillos, sombrero de paja, zapatos marrones, llevaba anteojos y un reloj Omega. En un portafolio cargaba con su “Carta abierta a la Junta Militar” y el boleto de compra-venta de su casa de San Vicente. Tenía en sus manos, además, la bolsa que tocó antes de recibir la balacera. Estaba armado con un revolver marca Walther, modelo PPK, calibre 22.

Sabía que lo buscaban.

Usaba un cédula con nombre falso. Por aquellos días, Rodolfo Walsh era a la vez Noberto Pedro Freyre. Y viceversa.
Dos detenidos de la ESMA que habían sido llevados por sus captores al operativo de la avenida San Juan lo vieron todo. Muchos más testigos aseguraron haber visto en la ESMA al cuerpo de Walsh, que hoy está desaparecido.

Un sobreviviente de ese centro clandestino de detención, Héctor Coquet, contó que durante su cautiverio un policía le dijo esto: “Hoy bajamos a Walsh en una cita. Se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía, el hijo de puta.”

En la madrugada del 26 de marzo de 1977, con Walsh ya muerto, los hombres de la ESMA salpicaron con ráfagas de balas el frente de su casa de San Vicente. Entraron. No había nadie. Robaron. Se llevaron, entre otras cosas materiales, literatura de Walsh, inédita. Se conocen algunos de los títulos de esos escritos: “Juan se iba por el río”, “El aviador y la bomba”, una carpeta llamada “Las memorias” y otra “Los caballos” (ver recuadro).

La reconstrucción de estos hechos está copiada de manera casi literal de la sentencia del Tribunal Oral Federal N°5 de la Capital que llevó adelante uno de los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA durante la última dictadura.

Por el asesinato y el robo de bienes de Walsh, solo uno de los muchos casos investigados en ese juicio, fueron condenados a prisión perpetua los represores Jorge Acosta, Antonio Pernías, Alfredo Astiz, Jorge Rádice, Ricardo Cavallo y Simón Weber. Juan Carlos Fotea recibió una condena de 25 años de cárcel. Fueron absueltos Pablo García Velazco, Juan Carlos Rolón y Julio César Coronel. Hay dos prófugos: Roberto González y Pedro Salvia.
Patricia Walsh, hija de Rodolfo, dijo a Clarín que apelará las tres absoluciones. Y que presentará un escrito para que se investigue el predio conocido como el campo de deportes de la ESMA, donde ella cree que está enterrado el cuerpo de su padre.

Los jueces Daniel Obligado, Ricardo Farías y Germán Castelli determinaron que quedó “legalmente acreditado” que Walsh fue asesinado y despojado de sus bienes por el GT 3.3.2 de la ESMA del modo en que se cuenta en esta nota.

Para la Justicia, uno de los testimonios “relevantes” del caso Walsh fue el de Miguel Ángel Launetta, un sobreviviente de la ESMA. Contó que el 25 de marzo de 1977 fue llevado por sus captores al operativo iniciado para capturar a Walsh junto a otro cautivo de los represores, Oscar Paz. Fue Launetta quien reveló los detalles de ese ataque. Coincidió con otros testigos en que fue otro detenido en la ESMA, llamado José María Salgado, alias “Pepe”, quien habría confesado, bajo tortura, los datos con los que los represores engañaron a Walsh armándole una cita falsa.

Salgado había sido capturado por los militares el 12 de marzo de 1977. Se presume entonces que estaba en libertad cuando acordó un encuentro con Walsh. En el medio cayó preso. No pudo ir. Fueron otros. Lilia Ferreyra, pareja de Walsh, estaba con él cuando el 25 de marzo al mediodía, desde la estación Constitución, confirmó por teléfono que se vería con “Pepe”. Vio por última vez a Walsh en la calle Brasil. Desde allí él siguió solo hasta San Juan y Entre Ríos. El 26 de marzo, la hija de Walsh, Patricia, su marido de entonces, Jorge Pinedo, y sus dos hijos, fueron a la casa de San Vicente porque iban a comer un asado con el escritor. Ella vio de lejos que la parrilla no echaba humo. Pensó que algo había pasado.

jueves, 12 de enero de 2012

El plan secreto de Astiz para secuestrar a las monjas

Por un panfleto, metió a Domon y Duquet en una “conspiración marxista” mundial.

“Como loco”, en diciembre de 1977, Alfredo Astiz entró al centro clandestino que funcionaba en la ESMA con un volante en la mano del Partido Comunista Marxista Leninista .

Con ese panfleto que le habían dado en un atelier de la Boca y otras “pruebas” que había obtenido durante los más de cinco meses que -con el nombre de Gustavo Niño- estuvo infiltrado en un grupo de familiares de desaparecidos, convenció a sus jefes del grupo de tareas que debían actuar rápidamente. Creía que había “probado” que “el marxismo internacional” estaba detrás del incipiente movimiento por los derechos humanos que funcionaba alrededor de la iglesia de Santa Cruz, con apoyo de los monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, para “destruir la imagen” de la dictadura en el exterior. Un total disparate.

El panfleto desencadenó la masacre de la Iglesia de Santa Cruz, según el testimonio de la ex detenida Silvia Labayrú y otras pruebas que destacó el tribunal oral federal 5 que condenó a Astiz y otros 11 represores a cadena perpetua por esos crímenes de lesa humanidad. Esta semana, por primera vez, ese fallo pudo leerse completo.

Labayrú, cuyo hijo había quedado como rehén en la ESMA, fue obligada a acompañar a Astiz a las reuniones con los familiares y a las rondas en las Plaza de Mayo, fingiendo ambos ser hermanos de un desaparecido. Paradójicamente, mientras Astiz activaba el terror, la monja Domon escribió una poesía para cada uno de los familiares.

Un par de días después d el 8 de diciembre, el grupo de tareas 3.3/2 lanzó cinco operativos coordinados en la Capital y el Gran Buenos Aires en lugares que habían sido designados zona liberada. Era el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

A primera hora de ese día, tres camionetas con infantes de marina en ropa de fajina y fuertemente armados se apostaron alrededor del taller del artista Remo Berardo en Magallanes 889, donde Astiz había recibido el panfleto. Luego, Berardo y Labayrú fueron sacados del lugar, atados y arrojados en un auto.

Horas más tarde, represores vestidos de civil y armados con escopetas entraron brutalmente al bar “Comet”, ubicado en Paseo Colón y Belgrano, y secuestraron a Horacio Elbert y Julio Fondovila, quien intentaban llevar una solicitada al diario “Buenos Aires Herald”.

Entre las 20 y 20.30 del mismo día, luego de una comunión, medio centenar de represores -que había bajado de diez autos sin patentes- hicieron un procedimiento de pinzas sobre la iglesia de Santa Cruz, en Urquiza y Estados Unidos. Minutos antes Astiz (Gustavo Niño) le había dado un efusivo beso a Domon, puso 20 pesos moneda nacional para difundir las denuncias de violaciones a los derechos humanos (el resto, 1.000.000, en promedio) y se había ido con una excusa. Ahora uno de los represores vestido con una guayabera y con una radio portátil en la mano identificaba a quien detener y a quien no de los familiares que salían de una reunión donde había recaudado dinero para publicar una solicitada en La Nación dirigida al dictador Videla.

Mientras María Carballeda de Cerutti se aferró a las rejas de entrada de la iglesia, y otras madres gritaban “nos llevan, nos llevan”, Domon fue esposada y empujada dentro de un auto . Otra madre, Angela Auad, fue llevada arrastrada de los pelos. Al tesorero del grupo lo golpearon y le sacaron la plata que habían recaudado por la solicitada y la lista de los firmantes. Todo duró minutos.

Pese al terror imperante, los familiares lograron reunir nuevamente la plata y publicar la solicitada. Dos días después, en otro procedimiento, un grupo de represores secuestraron a Azucena Villaflor -la primera presidenta de las Madres- de su casa en Cramer 117, Sarandí. Había salido a buscar un ejemplar de La Nación . Trató de resistirse y un colectivero quiso ayudarla pero fue reducido. Simultáneamente, dos hombres armados se llevaron sin violencia a la monja Leonnie Duquet de la parroquia San Pablo, en Ramos Mejía.

La desaparición de las monjas francesas provocó la protesta del gobierno de Francia en el marco de una repercusión internacional enorme . Oficiales del Ejército llamaron a la ESMA para saber si allí estaban detenidas pero lo negaron. Incluso, siempre según sobrevivientes, Massera se hizo presente e increpó al grupo de tareas

La respuesta fue inventar que las monjas había sido secuestradas por los Montoneros. En el sótano de la ESMA (ver foto) las obligaron a sacarse una fotografía con la bandera de ese grupo guerrillero por detrás y escribir una carta al jefe de la orden de las Hermanas de las Misiones Extranjeras, obispo Bernard Pierre Guyot, en la que pedían ser intercambiadas por 20 presos políticos. Ana María Martín, otra sobreviviente, encontró a Domon en el baño. Tenía los brazos morados de los golpes y caminaba con dificultad por la tortura . Sin embargo, preguntaba con preocupación que le había pasado a Gustavo Niño (Astiz), a quien protegía como a un hijo y no llegó a darse cuenta que era un infiltrado. Entre el 14 y 20 de diciembre el GT 3.3/2 se decidió “el traslado” -el asesinato y desaparición de los cuerpos- de todo el grupo Santa Cruz. Aunque no hubo testigos, según declaró el ex teniente Adolfo Scilingo, se les aplicaba el tranquilizante pentotal, se los subía dormidos a aviones de la Armada y se los arrojaba en el Río de Plata. En ese intervalo de fechas, aparecieron cuerpos en la playa de Santa Teresita y se los sepultó como NN en el cementerio de General Lavalle.

Recién en el 2005 fueron identificados los cuerpos de Duquet y Villaflor, entre otros. Durante el juicio oral de este año, el ex capitán Antonio Pernías -otro de los condenados- reveló (muy tarde) que el operativo “fue una equivocación ”.
Por Daniel Santoro

El día que Astiz mató a un músico de Vinicius

Tenorinho. Era pianista, tenía 33 años y estaba de visita en el país.
A Francisco Tenorio Cerqueira lo confundieron con un militante y lo secuestraron 6 días antes del golpe del ’76. Lo asesinaron en la ESMA.

Voy a comprar cigarrillos y regreso”, fueron las últimas palabras que Vinicius de Moraes, Toquinho y el resto de los músicos cariocas, que por esos días actuaban en el teatro Gran Rex, le escucharon pronunciar a Francisco Tenorio Cerqueira en la noche del 18 de marzo de 1976 mientras bajaba las escaleras del hotel Normandie donde la delegación se hospedaba. Una patota integrada por cuatro hombres vestidos de civil que se movilizaban en un Ford Falcon lo secuestraron mientras circulaba por la avenida Corrientes con su aire de intelectual con pelo y barba largos. El estereotipo de su imagen bastó para que lo confundieran con un militante de izquierda y se lo llevaran para perderse en la noche de los parapoliciales que en los días previos al golpe dominaban la ciudad.
 
Francisco Tenorio o Tenorinho, como era conocido en el ambiente musical brasileño, era pianista y tenía 33 años. Vinicius de Moraes lo había seleccionado entre más de veinte músicos para acompañarlo en sus giras. Nacido en Río de Janeiro, desde adolescente se inclinó por la música y realizó estudios de piano. En 1964, pleno auge de la renovación musical en su país con Vinicius y la bossa nova, Tenorinho grabó su único disco solista, el intrumental Embalo, que lo hizo ser considerado una promesa en la renovación artística carioca y elegido por Vinicius para sus espectáculos de poesía. A comienzos de los años setenta, entre actuaciones y grabaciones, Tenorinho empezó a cursar estudios en la facultad de Medicina de Río de Janeiro.
 
A comienzos de 1976 Vinicius inició una serie de conciertos con los que recorrió Brasil y algunos países de América latina. A Buenos Aires llegó en marzo, cuando el golpe militar era un secreto a voces y el Operativo Cóndor aún no había mostrado completamente sus garras.
“Tenía ocho años cuando nos avisaron a mi madres y a mis hermanos lo que había ocurrido con mi padre en Buenos Aires. Mi único recuerdo nítido es verlo tocar el piano en casa”, dijo a Miradas al Sur Elisa Cerqueira, su hija mayor, en conversación telefónica desde Río de Janeiro. “Mucho tiempo después aquí en Brasil apareció un represor argentino huyendo de su país y reveló que vio a mi padre en la Esma muy torturado y que el 25 de marzo fue asesinado con un disparo en la cabeza por el oficial Alfredo Astiz”, señala Elisa.
 
La revelación corrió por cuenta de Claudio Vallejos, suboficial de la Esma, integrante del Servicio de Información Naval y torturador, quien además se jactaba de haber participado del secuestro del diplomático argentino Héctor Hidalgo Solá. En una entrevista publicada en 1986 en Brasil, Vallejos señaló tácitamente haber participado del secuestro del músico brasileño o al menos de haber estado al tanto desde el primer momento. “Él (Tenorinho) caminaba por la avenida Corrientes y lo confundimos con otra persona, un subversivo”. También sostuvo que participó en la detención y asesinato de los brasileños Sidney Fix Marques dos Santos, Luiz Renato do Lago Faria, Maria Regina Marcondes Pinto de Espinosa, Norma Espíndola y Roberto Rascardo Rodrigues, vistos en diferentes centros clandestinos de detención en la capital y el Gran Buenos Aires.
“El 20 de marzo de 1976, el oficial Rubén Chamorro –jefe de la Esma– pidió autorización para establecer contacto con un agente brasileño, cuyo código de guerra era 003, letra C y pertenecía al Servicio de Información Naval de Brasil, para que le informase qué grupo de tareas estaba interesado en brindar informaciones sobre la identidad y vínculos políticos de Francisco Tenorio Cerqueira Jr”, agregó Vallejos en la entrevista. “Astiz lo mató en el sótano de la construcción vieja de la Esma pero no sé donde lo enterraron”, finalizó el represor.

Silencio oficial. Pese a los intentos de Vinicius, que esa misma noche se movilizó en busca de Tenorinho, ni el gobierno argentino ni la embajada brasileña se hicieron eco de los reclamos. El 25 de marzo la Armada envió un comunicado a la representación brasileña en Buenos Aires donde reconoce responsabilidades oficiales. “Lamentamos informar el fallecimiento del ciudadano brasileño Francisco Tenório Júnior, pasaporte n° 197803, de 35 años, músico de profesión, residente en la ciudad de Río de Janeiro. El mismo se encontraba detenido a disposición del PEN, lo cual fue oportunamente informado a esa embajada. El cadáver se encuentra a disposición de la embajada en la morgue judicial de la ciudad de Buenos Aires, donde fue remitido para la debida autopsia”.
 
“Viajé varias veces a Buenos Aires en representación de mi madre para hacer los trámites judiciales de rigor”, señaló su hija. “Sólo el Estado argentino hace un par de años se hizo responsable del crimen de padre y nos indemnizó. En Brasil las investigaciones nunca se hicieron y ningún gobierno está dispuesto a investigar el Operativo Cóndor ni a hacerse cargo de los muertos y desaparecidos como mi padre. Sólo nos queda la memoria”.
En noviembre pasado se colocó una placa recordatoria sobre el número 320 de la calle Rodríguez Peña, la vereda del hotel Normandie donde Tenorio se hospedó junto al resto de los músicos brasileños y fue visto por última vez con vida. La iniciativa fue del legislador porteño por el socialismo Raúl Puy. Dice el texto: “Aquí se hospedó este brillante músico brasileño, víctima de la dictadura militar argentina”.
Por Fabián Kovacic