jueves, 28 de abril de 2011

Etapa final en juicio por los crímenes de la ESMA


La validez de los testimonios

Después de la extensa ampliación de declaración de Jorge “El Tigre” Acosta sobre el secuestro de las monjas francesas, del grupo de Madres y de Rodolfo Walsh, el tribunal incorporó los videos de los testigos en el Juicio a las Juntas.
Por Alejandra Dandan

A dieciséis meses del comienzo, el juicio por los crímenes de la ESMA entró en la etapa final. Después de la última ampliación de la declaración de Jorge “El Tigre” Acosta –que se extendió el lunes pasado hasta las once y media de la noche–, el Tribunal Oral Federal 5 dio lugar a la incorporación de las declaraciones de testigos que están muertos o no están en condiciones de declarar. En una medida celebrada por los querellantes, en las audiencias se están viendo las declaraciones filmadas que esos mismos testigos realizaron en el juicio a la junta de comandantes. Entre ellos hubo testimonios fundamentales como el de Emilio Mignone, uno de los fundadores del CELS, y el ex capitán Jorge Félix Roberto Búsico, uno de los integrantes de la ESMA que reconoció las operaciones ilegales contra los militantes políticos.

La semana comenzó el lunes con la declaración de El Tigre Acosta, que viene hablando desde hace tiempo. Habló mucho, largo, y pronunciando mentiras sobre verdades, como lo explicaron las querellas. Como había sucedido días previos con Miguel Donda, durante su relato Acosta rozó por momentos la autoincriminación. En una línea en la que terminó describiendo la ESMA como centro de reclutamiento y de torturas, hizo subrayados importantes sobre tres puntos: volvió al operativo a Rodolfo Walsh descripto por él mismo en una carta que había entregado al tribunal; se refirió al secuestro del grupo de Madres y familiares de desaparecidos en la Iglesia de Santa Cruz y describió cómo se organizaban los operativos en las calles.

Sobre Walsh, volvió a decir lo que dijo en la carta. Que estaba dispuesto a morir sí o sí. Repitió la idea del suicidio, habló de un solo tiro y describió el traslado del cuerpo a una comisaría de la zona para sacarlo de la ESMA. Fuera de eso, las querellas tomaron nota del nombre de un capitán a quien mencionó como a cargo del operativo, hombre que, por supuesto, está muerto.

Del grupo de la Santa Cruz, mencionó por la negativa un dato que podría certificar la fecha de los traslados de las víctimas. Acosta dijo que entre el 7 y el 15 de diciembre la ESMA prácticamente no funcionó. Que se suspendieron las tareas del GT 3.3.2, que nadie trabajó y que por los feriados quedaron todos abocados a firmar papeles de las licencias y diplomas. “Lo dijo así, con ese descaro”, señaló a Página/12 Ana María Careaga, hija de una de las integrantes de la Santa Cruz. Para los acusadores el tema de las fechas es importante. Algunos creen que, de alguna manera, con esos datos Acosta marcó los límites de la permanencia del grupo en la ESMA, y ubicó el día 14 como el momento del vuelo final de los cuerpos, un dato que está en investigación porque algunas versiones indican que podría haber sido días más tarde.

Por otra parte, admitió que desde agosto o septiembre de 1977 todos los agentes de inteligencia estuvieron abocados a infiltrarse en el Movimiento de Solidaridad de Derechos Humanos para cambiar la imagen de Argentina en el exterior. “Incluso yo mismo participé para visitar periodistas y medios extranjeros porque sabía bien inglés”, dijo. Explicó que hizo la tarea con una de las secuestradas que tenía esas mismas condiciones. Pese a que no dijo claramente dónde estuvo, quienes lo escucharon entendieron que uno de los lugares pudo haber sido la Plaza de Mayo. Y que la idea era toparse ahí con periodistas para darles una versión distinta de lo que estaba pasando.

Sobre los operativos, evocó las estrategias del grupo de tarea 3.3.2 ante el uso de las pastillas de cianuro durante los secuestros. Explicó que al comienzo daban la voz de alto, pero eso producía un enfrentamiento y los militantes solían usar las pastillas de cianuro que impedían capturarlos con vida. “Todo el mundo conoce el famoso tacle de Astiz –dijo–, pero eso lo hicieron varios.” Con ese tacle, lo que hacían era acercarse a las víctimas y agarrarlos para evitar que tomen las pastillas. A esa altura, en la ESMA, explicó también, había un médico que encontró el modo de contrarrestar los efectos del veneno.

Días después, comenzaron a verse los videos de las declaraciones en el juicio a la junta de comandantes. Uno de los testimonios clave fueron dos tramos del testimonio de Mignone, sobre el que las querellas tomaron nota. Uno de ellos son las tres entrevistas que mantuvo con el represor y jefe de la Armada Emilio Massera, en las que le dijo que las monjas francesas estaban muertas. Mignone le respondió: “Si están muertas es porque ustedes las mataron”. Y Massera no contestó. Otro de los tramos es cuando da cuenta de una entrevista en 1977 con Oscar Antonio Montes, uno de los represores acusados en el juicio. Durante un exabrupto Montes reconoció que los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics habían sido víctimas de grupos de tarea de la Armada.

Otro de los testigos reescuchados fue Búsico. Durante el Juicio a las Juntas, declaró que en 1976 era capitán de Fragata y era uno de los operativos dentro de la ESMA. Pese a que no estaba afectado a la “lucha contra la subversión”, un día lo convocaron para un operativo. Durante el procedimiento, él dio su nombre y por eso lo reprocharon sus compañeros de arma. Detrás de él llegó Néstor Omar Sabio, que no dio su nombre, sino uno falso, una característica que le permitió empezar a entender cuál era la metodología. Aseguró que por esa situación se quejó ante Chamorro para decirle que no estaba de acuerdo con el uso de nombres falsos, con los operativos de noche y el hacerlos de modo encubierto. Que por esa razón lo separaron de la “lucha antisubversiva”, pero que de todos modos en las guardias que le tocaban veía entrada y salida de personas que claramente no eran personal de la ESMA. Que la gente entraba capturada, llegaba encapuchada y nunca los vio salir”. Los veía pasar de un lado a otro, en algunos casos los llevaban con frazadas, y que desde uno de los puestos se les daba órdenes a la Policía Federal para no intervenir en las zonas.

Una vez, dijo, le pidió a un mayordomo de la ESMA sus cosas para llevárselas. El hombre no las encontró y entonces lo autorizaron a subir a buscarlas al altillo. Dijo que en ese momento se quedó impactado. “Para mi sorpresa estaba repleto de muebles y de cosas que sin duda eran resultado de la lucha contra la subversión.”

Ayer fue el turno de Thelma Jara de Cabezas, que no está en condiciones físicas de declarar en las audiencias. Esta serie de testimonios permitió a las querellas empezar a pensar que todas las declaraciones de estos juicios, que también están siendo registradas, podrían usarse en los próximos debates.

jueves, 21 de abril de 2011

Más represores de la ESMA irán a juicio oral por más de 800 crímenes

Un piloto en el banquillo

La resolución del juez Sergio Torres abarca a algunos marinos que actualmente afrontan el primer juicio oral por la ESMA y también a represores menos conocidos, entre ellos un capitán que admitió publicamente hace 10 años haber participado de vuelos de la muerte.

El juez federal Sergio Torres elevó ayer a juicio un fragmento de la megacausa ESMA que incluye delitos de lesa humanidad cometidos por 56 imputados en perjuicio de más de ochocientas víctimas. La resolución abarca a la mayor parte de los marinos que actualmente afrontan el primer juicio oral ante el Tribunal Oral Federal 5, pero también a un grupo numeroso de represores menos conocidos, procesados en los últimos años, como el suboficial Daniel Cuomo, alias Danilo, que hasta poco antes de su detención trabajaba en la agencia de seguridad Vanguardia. El documento incluye por primera vez a un marino imputado a partir de una confesión privada sobre su participación en los “vuelos de la muerte”. Se trata del capitán retirado Hemir Sisul Hess, quien contó en la década del ’90 cómo los secuestrados “caían como hormiguitas” desde aviones navales.

Desde el juzgado de Torres dejaron trascender que “prosigue la pesquisa” sobre el método cristiano de desaparición de personas implementado durante la dictadura, investigación en la cual el fiscal Eduardo Taiano solicitó el lunes pasado la detención de los tripulantes del primer vuelo de la muerte identificado por el Ministerio Público Fiscal, en el que fueron asesinadas las monjas Alice Domon y Léonie Duquet, tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y cinco militantes de Vanguardia Comunista, miembros del grupo de familiares secuestrados el 8 de diciembre de 1977 en la iglesia de la Santa Cruz.

La causa ESMA, reabierta hace ya ocho años, es la de mayores dimensiones en toda la Justicia Federal del país. Bien por la cantidad de sobrevivientes del centro clandestino que Emilio Massera intentó utilizar como mano de obra esclava para su frustrado proyecto político, y por que los
sobrevivientes facilitaron las identificaciones, el expediente ya tenía un numeroso grupo de imputados en los ’80, cuando las leyes de impunidad acabaron con el proceso de justicia. Si bien la cifra se incrementó tras la reapertura en 2003, sigue siendo significativo el número de represores libres, que incluye a marinos condecorados por Massera por su actuación en “operaciones de combate” como integrantes del Grupo de Tareas 3.3. Además de Hess, Cuomo y el almirante Antonio Vañek, juzgado en estos días por el plan sistemático de robo de bebés, la resolución incluye entre otros a Jorge Acosta, Alfredo Astiz, Ricardo Cavallo, Carlos Suárez Mason (hijo del militar homónimo), Ernesto Weber, Antonio Pernías, Oscar Montes, Jorge Radice, Rubén Franco, Raúl Scheller, Juan Carlos Rolón, Adolfo Donda y Juan Azic.

viernes, 15 de abril de 2011

Todos los medios dan profusa difusión de las declaraciones de los represores

Acusaciones y difamaciones de corte político, un probado genocida como Acosta tiene el tiempo y el espacio para vomitar las "justificaciones" al plan sistemático de exterminio. Pero no todos los sobrevivientes tienen la posibilidad de hablar de genocidio.

Acosta: "el objetivo era aniquilar la subversión terrorista"

El ex represor de la ESMA Jorge "El Tigre" Acosta confirmó hoy que el objetivo de la represión "fue el de aniquilar la subversión terrorista y sus ideólogos" cumpliendo "órdenes de superiores" con "la obediencia debida".
Acosta, quien dirigió el área de Inteligencia del Grupo de Tareas GT 3.3.2 de la ESMA, aseguró que el accionar "no estaba dirigido contra los ciudadanos", a la vez que exhibió un "organigrama" confeccionado por él, a la manera de un "collage", con la estructura de mandos de ese centro durante la dictadura.

"Pareciera que quienes cumplimos las órdenes fuimos los que inventamos todo y los locos de ese proceso", se quejó y recalcó que "las órdenes son para cumplirlas en tiempo de paz y en tiempos de guerra". A su vez, justificó los métodos utilizados por los represores al sostener que "había que quebrar la voluntad de lucha" del "enemigo marxista" y calificó de "sustantivo" el aporte de "los agentes de inteligencia navales".

Así definió durante todo su discurso de defensa a los ex detenidos desaparecidos que lo acusaron durante el juicio por los crímenes cometidos en la ESMA.

Al ampliar su declaración indagatoria, que continuará el próximo lunes 25 de abril, Acosta negó que el alias de "Tigre" haya sido su apodo en la ESMA, pero aclaró que se trataba de un "nombre indicativo" que se utilizaba siguiendo instrucciones superiores.

También se remitió al denominado PLACINTARA, un manual de instrucciones elaborado por los mandos militares con los lineamientos de la represión antisubversiva, pero en ningún momento hizo referencia al destino de los detenidos ni a los métodos utilizados para obtener información de ellos. Solo hizo alusión a "reglamentos" y "manuales" que hablaban de los "interrogatorios a los prisioneros", cuyo fin apuntaba a "aniquilar a la subversión en todas sus formas", con "eficacia" y "agresividad".

Respecto de esos hechos, aseguró que se trató de "guerra civil revolucionaria" y en ese marco existió un "plan de recolección de información" que había que hacer "permanentemente", para conocer aspectos como el "espíritu de combate o la logística del enemigo".

Por otra parte, negó la existencia de "un plan sistemático para el robo de bebés" por cuya responsabilidad está siendo sometido en otro juicio oral.

Acosta justificó tácitamente los métodos de tortura utilizados en la ESMA, al recordar que ellos mismos, durante su instrucción en la Escuela Naval, eran sometidos al "submarino" por el cual le "metían la cabeza dentro del inodoro y tiraban la cadena". Justificó esa metodología al señalar que "el adiestramiento tiene que ser más duro que la realidad".

Además de Acosta están siendo juzgado por crímenes cometidos en la ESMA los capitanes Antonio Pernías, Alfredo Astiz, Juan Azic, Carlos Capdevilla, Ricardo Miguel Cavallo, Julio Coronel, Adolfo Donda, Juan Carlos Fotea, Manuel García Tallada, Pablo García Velazco, Alberto González, Jorge Radice, Juan Carlos Rolón, Raúl Scheller y Ernesto Weber.

martes, 12 de abril de 2011

La historia del Grupo de la Santa Cruz

De “la huevera” al Skyvan
Por Diego Martínez

A mediados de 1977, a poco de las primeras rondas de Madres de Plaza de Mayo, el capitán Jorge Acosta, jefe de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA, le ordenó a Alfredo Astiz infiltrarse entre los familiares de desaparecidos. El teniente se presentó como Gustavo Niño y se adosó a Azucena Villaflor, a tal punto que varios pensaron que era su hijo. “No tenemos derecho a callarnos”, explicó en esos días la monja Alice Domon. “Sea lo que fuere lo que hayan podido hacer las personas secuestradas, y ni siquiera busco enterarme de ello, no hay derecho a torturar. Dios pedirá cuentas algún día”, aseguró ante un periodista.

El 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, las Madres tenían previsto publicar una solicitada en La Nación para denunciar la situación de los desaparecidos. El jueves 8 juntarían la plata para pagarla. Esa tarde, mientras Azucena le aconsejaba a Astiz alejarse para protegerlo, los marinos secuestraron en La Boca a Remo Berardo, el hombre más joven del grupo. Tres horas después, varios autos estacionaron frente a la iglesia de la Santa Cruz, de los padres pasionistas. Adentro daba misa el padre Fred Richards. Los familiares se reunieron en el jardín y cada uno contribuyó con sus ahorros. Astiz hizo un aporte mínimo, simuló culpa, dijo que iba a buscar plata y se fue. Minutos después, marinos, prefectos y policías, en jean, camisa y campera, arrastraron hacia los autos a seis mujeres y tres hombres. Esa misma noche fueron interrogados por un grupo de torturadores que encabezó Antonio Pernías. Un secuestrado que traducía diarios franceses en el sótano del casino de oficiales los vio encapuchados y engrillados, sentados en un banco frente a las salas de interrogatorio. Acosta puso música clásica a todo volumen pero no logró tapar los gritos. Luego los distribuyeron entre Capucha y Capuchita.

Azucena Villaflor no fue secuestrada esa noche porque le tocó hacer la colecta junto con Nora Cortiñas en la iglesia de Santa María de Betania, en Almagro. El viernes terminó de pasar en limpio las firmas de la solicitada y se peleó por última vez con La Nación, donde primero se resistieron a publicarla porque faltaba “el visto bueno del cuerpo jurídico”, después los obligaron a pasar a máquina casi mil nombres, y por último les rechazaron pagar con monedas y billetes chicos. “¡Este no es el diario de Mitre!”, renegó la fundadora de Madres. Por la plata que los marinos robaron en la Santa Cruz el aviso se publicó en tres cuartos de página y no completa como estaba previsto. Al final del texto se advirtió que “esta solicitada ha sido costeada con el aporte –en algunos casos muy sacrificado– de las personas firmantes”. Azucena fue secuestrada cuando acababa de comprar el diario, el sábado 10 a primera hora. Esa misma mañana, en una capilla de Ramos Mejía, fue secuestrada la monja Léonie Duquet. Al mediodía del sábado el grupo marcado por Astiz ya estaba en la ESMA, donde los guardias se dirigían a las monjas como “hermanas”.

Ante la difusión de la noticia, el gobierno de Francia pidió explicaciones y los llamados del Ejército a la ESMA se multiplicaron. Acosta ideó entonces un montaje para desviar la atención. “Hay mucha polvareda por las monjas francesas. Vamos a sacar un comunicado informando que las secuestró un grupo armado y las vamos a trasladar”, le confío el capitán Pernías a una secuestrada. Acosta obligó a Domon a redactar una carta al obispo de Toulouse, de quien dependía la Congregación de las Misiones Extranjeras en Francia, en la que dijera estar prisionera “de un grupo disidente del gobierno de Videla” y reclamara la liberación de veinte presos políticos el día de Navidad. La carta está fechada el 14 de diciembre. Por otro lado, se inventó un comunicado con el sello de Montoneros, reclamando, además de las liberaciones, que la Iglesia y el gobierno de Francia repudiaran la dictadura. Está fechado el 15, llegó a France Press el sábado 17 y fue título de La Nación del domingo: “Los montoneros secuestraron a las religiosas francesas”. La operación se completó con la foto. El prefecto Héctor Febres le encomendó a un secuestrado armar un lienzo con la palabra “Montoneros”, escudo, tacuara y metralla. La puesta en escena se armó en “la huevera”, una oficina montada en el sótano. Acomodaron un escritorio, pusieron dos sillas, colgaron el cartel de fondo y sentaron a las monjas, con hematomas en los pómulos y pálidas de terror. En primer plano, aunque ninguna lo tomó en sus manos, se observa el diario La Nación del día: 14 de diciembre de 1977. De título, una frase de Harguindeguy: “No habrá amnistía para los subversivos”, y una promesa: “liberaráse (sic) a los que estén dispuestos a reintegrarse a la sociedad”.

El jueves, después del vuelo de “navegación” del Skyvan, La Nación informó por primera vez del secuestro de las monjas. “Dos desapariciones preocupan en París”, tituló. Apuntó que Le Monde, Le Figaro y France Soir aportaron “precisiones diferentes” y sólo informó sobre “la hipótesis de una provocación montada para molestar al gobierno militar”. “En situaciones como la actual, nada es más desaconsejable que la ambigüedad informativa o la imitación del clásico gesto del avestruz”, escribió Luis María Bello, corresponsal en París. La cobertura se completó con un recuadro titulado “Vivas y con buena salud”, información que la Nunciatura le dio a la madre Marie-Joseph, superiora de la Congregación Nôtre-Dame de la Mothe.

El sábado La Nación informó del repudio del gobierno a las desapariciones “de un grupo de personas, entre ellas dos religiosas”, que atribuyó a “la subversión encerrada en su nihilismo, (que) insiste con sus métodos de odio y destrucción”, y el domingo difundió el invento de Acosta. El martes 20 apareció en la playa el primero de los cinco cuerpos, enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle. Veintiocho años después, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a la monja Duquet, a Angela Aguad y a tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo: Azucena Villaflor de De Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco. “Las fracturas son compatibles con la caída desde una altura determinada y el impacto contra un cuerpo duro”, dictaminó el EAAF.

Página/12 analizó testimonios de sobrevivientes de la ESMA. Ninguno afirma con certeza el día del traslado, pero las estimaciones oscilan entre cinco y diez días de cautiverio, léase hasta el 13 o el 18 de diciembre. Varios apuntaron que “las monjas quemaban” y que apenas concluidos los interrogatorios Acosta decidió el traslado. “Cuando yo llego acababa de pasar lo de la Santa Cruz, las monjas y familiares, no vi nada de eso pero (escuché) comentarios muy a flor de piel”, relató el año pasado Rosario Quiroga, que llegó a la ESMA el sábado 17, trasladada desde Montevideo.

Jaime Dri llegó en el mismo vuelo, después de dos días de torturas. Miguel Bonasso relata en Recuerdos de la muerte que, ya en la ESMA, el Tigre Acosta le preguntó: “¿Por qué mataron (sic) a las monjas?”. Dri no sabía de qué le hablaba. Después lo dejaron hablar con dos compañeros a quienes daba por muertos, que le informaron sobre la infiltración de Astiz y de los secuestros. “Las hicieron mierda. Yo las vi en Capucha –le contó Horacio Maggio–. A la pobre Alice la llevaban al baño entre dos verdes porque no podía caminar. Y todavía me preguntaba por ese muchachito rubio. Ella seguía creyendo que era un familiar y que lo habían secuestrado”, agregó.

–¿Y luego? –preguntó Dri.

–Las trasladaron –respondió Maggio.

Según el libro, el diálogo transcurrió durante el primer día de Dri en la ESMA. Los secuestrados le dijeron que era domingo. Sin embargo, Quiroga, trasladada en el mismo vuelo desde Uruguay, declaró que llegaron el sábado a primera hora, dato que coincide además con un vuelo del Skyvan PA-51 desde el aeropuerto de Carrasco. En el peor de los casos, el domingo 18 el “traslado” era parte del pasado.

Entrevistado para el archivo oral de Memoria Abierta, el sobreviviente Ricardo Coquet precisó que la orden de armar el cartel de Montoneros, léase cuando Acosta ya había decidido el traslado, fue “a los dos días del secuestro”, es decir el sábado 10. Miguel Lauletta, presente cuando se tomó la foto, calculó hace más de quince años, ante el periodista Uki Goñi que el montaje fue a “las siete u ocho de la tarde”. “La idea de Acosta era sacar (la foto) con un diario y después ir trucando el diario para que mucho más tiempo después de haberlas eliminado se pensara que seguían vivas, una idea infantil que no se hizo nunca”, agregó. La única persona que arriesgó día y hora del vuelo fue el periodista que investigó el caso. “Los traslados en la ESMA usualmente ocurrían los miércoles”, escribió Uki Goñi en su libro Judas. La verdadera historia de Alfredo Astiz. Precisó que la foto se tomó el miércoles 14 y concluyó que los secuestrados “fueron probablemente arrojados vivos esa noche a las aguas del océano Atlántico ”.

Un fiscal pidió detener a los tripulantes de un vuelo de la muerte

Navegación nocturna

Los tripulantes del Skyvan de Prefectura, Enrique José De Saint Georges, Mario Daniel Arru y Alejandro Domingo D’Agostino, fueron identificados en el vuelo que arrojó al mar a Azucena Villaflor y a la monja francesa Léonie Duquet.
Por Diego Martínez

El 14 de diciembre de 1977, entre las siete y las ocho de la tarde, un secuestrado de la ESMA fotografió a Alice Domon y Léonie Duquet con un cartel de Montoneros de fondo y un ejemplar de La Nación en primer plano. La imagen de las monjas francesas, ideada por el capitán Jorge Acosta para desviar las miradas que se posaban sobre la Armada, es la última prueba de vida del grupo de Madres de Plaza de Mayo y familiares de desaparecidos secuestrados en la iglesia de la Santa Cruz. A las 21.30 de aquel miércoles, día habitual de “traslados” en la ESMA, el Skyvan PA-51 de Prefectura Naval Argentina despegó desde el aeroparque Jorge Newbery. Según la planilla del vuelo, no transportó pasajeros, voló tres horas y diez minutos, y, sin escalas, regresó al punto de partida. Seis días después aparecieron en playas de San Bernardo y Santa Teresita los restos de Duquet, que en 2005 identificó el Equipo Argentino de Antropología Forense. El uso de los Skyvan está denunciado desde 1983 y es el avión del que estuvo a punto de caer Adolfo Scilingo mientras arrojaba prisioneros al mar. A partir de documentos obtenidos por el fiscal federal Miguel Osorio y del trabajo de la Unidad Fiscal de coordinación y seguimiento de causas de lesa humanidad de la Procuración General de la Nación, que permitió por primera vez identificar un vuelo de la muerte concreto, el fiscal Eduardo Taiano pidió ayer la detención e indagatoria de los tripulantes del Skyvan: Enrique José De Saint Georges, Mario Daniel Arru y Alejandro Domingo D’Agostino. La decisión sobre sus futuros depende del juez federal Sergio Torres, que a más de tres lustros de la confesión de Scilingo todavía no indagó al abogado Gonzalo Torres de Tolosa, el superior que le acercaba a las personas drogadas para arrojar al vacío. Ayer al mediodía, a pedido de Página/12 y con el fin de evitar una nueva fuga en la causa ESMA, la fiscalía informó al juzgado de Torres que Arru debía volar a las nueve de la noche rumbo a Madrid como comandante de un Boeing 747 de Aerolíneas Argentinas.
Veintiocho años no es nada

El primer testimonio sobre los Skyvan lo aportó en marzo de 1983 el inspector Rodolfo Peregrino Fernández, ex ayudante del general Harguindeguy. “Escuché al teniente de navío Norberto Ulises Pereiro afirmar que se utilizaban aviones de la Prefectura Nacional Naval para el transporte y lanzamiento en altamar de prisioneros políticos secuestrados –dijo–. Estos aviones, de fabricación irlandesa, de buena capacidad de carga, y con una rampa en la parte trasera, cuya marca no recuerdo, resultan apropiados para la misión encargada”, precisó. El marino le contó “que un prisionero había arrastrado en su caída al vacío al suboficial encargado de su eliminación”. El contraalmirante retirado Pereiro era piloto de los L-188 Electra, el otro avión que la Armada usó para desaparecer enemigos. Fue agregado naval en Washington durante el menemismo y es el actual vicepresidente de la Sociedad Militar Seguro de Vida.

La segunda denuncia, sobre la que el Poder Judicial tomó nota la semana pasada, está en la Conadep desde enero de 1984. Es una carta firmada por la “oficialidad joven y no corrupta de la Prefectura Naval” sobre camaradas que “actuaron en la represión antisubversiva dentro y fuera de la ESMA”, que recibió el ministro del Interior de Alfonsín, Antonio Tróccoli. La nota ratificó el dato sobre los Skyvan y señaló a un responsable directo: “Hilario Ramón Fariña. Prefecto general –aviador–- era quien se encargaba de tirar desde los aviones Skyvan al mar a la gente secuestrada y torturada en la ESMA”, precisa el escrito. Fariña tiene hoy 82 años, 35 impune. Entrevistado por Página/12, negó los vuelos y luego relativizó: “De todo lo que se dice habrá un cincuenta por ciento de verdad y otro cincuenta de fantasía”.
“La tripulación normal”

Scilingo confesó en 1990, en una carta al dictador Videla, su participación en dos vuelos, ambos desde Aeroparque. “El primero, con trece subversivos, a bordo de un Skyvan de la Prefectura”, apuntó. Cinco años después relató la historia. “El sistema para eliminar a los elementos subversivos era orgánico. Mover aviones no los mueve una banda, sino una fuerza armada”, explicó. En un pizarrón del casino de oficiales de la ESMA leyó los nombres de los verdugos. Vio cuando adormecieron a los secuestrados, cuando los cargaron al camión y luego al avión. Subió con su jefe, el “teniente Vaca”, a quien luego identificó como Torres de Tolosa. “Estábamos tan convencidos que nadie cuestionaba, no había opción. La mayoría hizo un vuelo, era para rotar gente, una especie de comunión”, aclaró, y categorizó victimarios: oficiales superiores, suboficiales, médicos que daban la última inyección en vuelo e “invitados especiales” que daban “apoyo moral”.

“Al salir de Aeroparque se daba un plan de vuelo: la base aeronaval de Punta Indio. Al llegar a Punta Indio se enfilaba mar afuera”, relató. “Se los desvestía desmayados y, cuando el comandante daba la orden en función de dónde estaba el avión, se abría la portezuela y se los arrojaba desnudos, uno por uno”, dijo. “En el Skyvan, por la portezuela de atrás, que se abre de arriba hacia abajo. Es un gran portón pero sin posiciones intermedias. Está cerrada o está abierta, por lo cual se mantiene en posición de abierta. El suboficial pisaba la puerta, una especie de puerta basculante, para que quedaran 40 centímetros de hueco hacia el vacío. Después empezamos a bajar a los subversivos por ahí. Yo, que estaba bastante nervioso, casi me caigo y me voy por el vacío”, contó.

–¿Qué personal naval iba en cada vuelo?

–En la cabina iba la tripulación normal del avión.

–¿Y con los prisioneros?

–Dos oficiales, un suboficial, un cabo y el médico. En mi primer vuelo, el cabo de Prefectura desconocía totalmente cuál era la misión. Cuando se da cuenta entra en una crisis de nervios. Se puso a llorar. No entendía nada, se le trabucaban las palabras. Eso me puso nervioso. Le empecé a explicar y le dije que hable con los pilotos. Yo no sabía cómo tratar a un hombre de Prefectura en una situación tan crítica. Al final lo mandan a cabina. El Skyvan es una gran caja, con la cabina separada.
El Estado bobo

El juez Sergio Torres está a cargo de la causa ESMA desde 2003, cuando la confesión de Scilingo se conocía en todo el mundo. La investigación sobre los vuelos, sin embargo, nunca se activó. En 2005, el juez Julián Ercolini declinó su competencia para investigar la confesión del capitán Emir Sisul Hess, quien relató que los secuestrados caían “como hormiguitas”, y se la envió a Torres, que recién acusó recibo cuatro años después, cuando Página/12 publicó la historia. Su procesamiento fue confirmado, pero el juez no avanzó contra sus superiores. En el caso del teniente Julio Poch, el impulso de la investigación no fue de jueces argentinos, sino del Reino de los Países Bajos. Sus superiores siguen impunes, igual que el suboficial Rubén Ricardo Ormello, autor de la tercera confesión judicializada, que Página/12 informó en 2009. Torres tampoco indagó a los aviadores y técnicos aeronáuticos condecorados por Massera por su actuación en “operaciones de combate” (sic) como miembros del Grupo de Tareas 3.3, capitanes Hugo Roberto Ortiz, Guido Paolini y Rodolfo Alberto Bogado. Hasta el imputado Carlos Capdevila renegó por la indiferencia de Su Señoría ante los datos precisos sobre represores que aportó el médico de la ESMA. “Mi colaboración no ha sido tenida en cuenta”, lamentó.

El disparador de la investigación sobre los Skyvan fue un informe de la periodista Miriam Lewin, sobreviviente de la ESMA, quien filmó en Estados Unidos uno de los cinco aviones que Prefectura usó durante la dictadura. Lewin volvió al país con una copia del “Historial técnico de vuelos”, que acompaña al aparato hasta el fin de sus días e incluye información valiosa, como apellido del comandante, fecha, procedencia, destino y duración de cada vuelo. A fines de 2009 los datos ya estaban en el juzgado de Torres, abocado desde hace quince meses a conseguir una copia certificada de los documentos. No menos frustrante fue la respuesta del entonces ministro de Seguridad, Justicia y Derechos Humanos, Julio César Alak, al pedido de Página/12 de tomar vista de los legajos de los pilotos: lo rechazó sin explicitar motivos, contrariando la política oficial de promover las investigaciones sobre el terrorismo de Estado.

Tras la emisión del informe en Canal 13, el fiscal federal Miguel Osorio, que investiga traslados de secuestrados en el marco de la causa Plan Cóndor, le tomó testimonio a la periodista, analizó las irregularidades que surgían de los registros y solicitó a Prefectura la documentación sobre los Skyvan. A diferencia de la Armada, reticente a entregar las planillas de los Electra pese a las intimaciones de Osorio, Prefectura aportó 2758 planillas de vuelos registrados entre 1976 y 1978, que además de la información del libro del avión incluyen datos imprescindibles, como horarios, tripulación y finalidad.

Del estudio y la búsqueda de un correlato documental de los vuelos de la muerte se ocupó la Unidad Fiscal de coordinación de causas de lesa humanidad de la Procuración. Los registros se volcaron en un cuadro para visualizar regularidades y excepciones. En base al relato de Scilingo y a la velocidad de los Skyvan, se seleccionaron vuelos de más de dos horas y media. Descartados aquellos con destinos que la justifiquen, surgió que el despegue y aterrizaje de los restantes siempre tuvo lugar entre Aeroparque y la base aeronaval de Punta Indio. El dato es sugestivo: los dos vuelos que confesó Scilingo partieron de Aeroparque. En su libro Por siempre nunca más, agregó que “todos los ‘traslados’ tenían como plan de vuelo Punta Indio pero sin aterrizar”. La duración es aún más llamativa: los 40 o 50 minutos que tardaba un Skyvan para unir ambos puntos se extienden según los registros hasta cuatro horas y media, al límite de la autonomía del avión. Por último se considera la nocturnidad y la finalidad apuntada.

Los vuelos que sortean todos los filtros y en los que se menciona a Aeroparque como punto de partida y llegada son once en tres años. En ninguno se registraron pasajeros. Diez tienen por finalidad la “instrucción”. Sólo uno, el del 14 de diciembre de 1977, tiene un objetivo diferente: “navegación nocturna”. Según la planilla de vuelo, el PA-51 voló tres horas y diez minutos, sin pasajeros, al mando de De Saint Georges, Arru y D’Agostino. Los primeros se fueron de Prefectura al año siguiente y vuelan tres veces por mes a Madrid como comandantes de vuelos de Aerolíneas Argentinas. D’Agostino, retirado en servicio, es jefe de la división Veteranos de Guerra de Prefectura. Diecisiete días después del vuelo con el grupo de la Santa Cruz un superior elogió el “dominio de sus reacciones emotivas” y aseguró que “aun en situaciones críticas se mantiene sereno”.

viernes, 8 de abril de 2011

El tramo de juicio por desaparición de monjas francesas concluirá en julio

El juicio contra el ex marino Alfredo Astiz y otros 18 ex militares por la desaparición de dos monjas francesas y de 84 opositores en la dictadura (1976-83) culminará a finales de junio o en julio próximos, según Luis Zamora, abogado de una de las querellas.

"A finales de junio o en julio habrá sentencia. Estamos en la finalización de la etapa de prueba y ahora los imputados pueden volver a dar su testimonio, después vienen los alegatos y, antes del fallo, los defensores responderán a las alegaciones", detalló Zamora antes de una nueva audiencia este miércoles del juicio que comenzó el 11 de diciembre de 2009.

El juicio oral ventila los delitos de lesa humanidad cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el más emblemático campo de exterminio de la dictadura por donde pasaron unos 5.000 opositores, de los cuales sólo un centenar sobrevivió.

Zamora, representante de los familiares de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon y otras mujeres secuestradas en una iglesia de la capital argentina en 1977, dijo que el proceso por la llamada causa ESMA es "muy fragmentado" y lamentó que se esté juzgando "a una parte muy pequeña" de los involucrados con ese centro clandestino de detención.

El letrado recordó que en un reciente testimonio, uno de los acusados, el ex marino Adolfo Donda, admitió que "había 2.500 oficiales que deberían estar en el banquillo" de los acusados, junto a los otros 19 ex miembros de la Marina de guerra que están imputados y detenidos.

Zamora, ex diputado, dijo que los acusados deberían haber sido imputados de "formar parte de una asociación ilícita, porque de ese modo cada represor tendría que demostrar que no cometió los crímenes, y no al revés".

Entre las víctimas figuran Duquet, Domon y la fundadora de la entidad humanitaria Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, además del escritor y periodista Rodolfo Walsh.

En cambio, añadió, la querella "debe demostrar caso por caso que el imputado tuvo que ver con los crímenes".
En el juicio, sobrevivientes denunciaron que cientos de detenidos-desaparecidos eran sacados de la ESMA y arrojados vivos al mar desde aviones, en lo que se conoció como "los vuelos de la muerte".

sábado, 2 de abril de 2011

Una vez más los verdugos se presentan como los "salvadores de la patria"

Las coartadas de los marinos

En el juicio por delitos de lesa humanidad en la ESMA, el capitán detenido en México, extraditado a España y finalmente a la Argentina dijo que “desde la Revolución Cubana había un solo demonio a exterminar”: Montoneros, ERP y PRT, entre otros.
     
 Por Adriana Meyer

La locuacidad del represor Adolfo Donda parece haber sido contagiosa en las audiencias del juicio oral por los delitos de lesa humanidad cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Ayer ampliaron su declaración indagatoria tres marinos que actuaron en ese centro clandestino de detención, entre ellos Ricardo Cavallo, y la jornada se extendió hasta el anochecer. Cavallo, alias Marcelo o Sérpico, dedicó horas a argumentar que desde la Revolución Cubana en adelante “había un solo demonio a exterminar”, y eran las organizaciones como Montoneros, PRT, ERP, FAR y otras. El miércoles deberían volver al banquillo Donda, Jorge “Tigre” Acosta y también Rodolfo Pernías.

Los tres represores –Alberto González, Néstor Savio y Cavallo– que declararon ayer ante el Tribunal Oral Federal (TOF) Nº 5, la fiscalía y las querellas tienen algo en común: un defensor privado, Alfredo Solari. Este letrado es muy activo en la defensa de los sicarios de la dictadura, con una línea argumentativa basada en que estos juicios son nulos e inconstitucionales.

Tanto Savio, conocido en la ESMA como Pantera o Halcón, como González, alias Gato, reconocieron haber estado en la ESMA, pero como están imputados por los secuestros y asesinatos de la Iglesia de Santa Cruz, cuyas víctimas fueron las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet junto al grupo creador de Madres de Plaza de Mayo, pusieron todo su énfasis en tratar de demostrar que mienten los testigos que los imputan de esos hechos. Ambos armaron un entramado de datos con los que sostuvieron que tal o cual sobreviviente no los pudo haber visto en esa iglesia porque estaban de viaje, o porque se encontraban de vacaciones. Aquellos secuestros comenzaron el 8 de diciembre de 1977, por lo cual González mostró al tribunal y a los presentes fotos suyas en malla en Brasil, y luego otras en Europa durante una carrera con el ex corredor Carlos Reutemann, diciendo que en esas fechas no estaba en Buenos Aires. El público quedó conmocionado, por lo tragicómico de la justificación. En definitiva, no tuvieron ningún reparo en admitir su paso por la ESMA, pero negaron en forma terminante haber participado de los sucesos de Santa Cruz. La razón tiene que ver con que si los condenan por ellos, es decir por homicidios, las penas serían muy altas.

Por su parte, Cavallo se esforzó en analizar de manera minuciosa cuanto libro fue publicado sobre los movimientos políticos de izquierda, la guerrilla y las organizaciones armadas desde 1959 en adelante.

viernes, 1 de abril de 2011

Confesión de Donda

“Situaciones de tortura”
     
 Por Adriana Meyer

“Algunos canallas se retiraron con sus valores democráticos y dejaron a este grupo como chivo expiatorio, como pato de la boda o como quieran llamarlo”, dijo ayer el represor Adolfo Miguel Donda en el juicio oral que lo juzga por su participación en el centro clandestino que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Donda dijo que actuó allí como “operativo” y cargó contra sus antiguos jefes de la Marina. “La ESMA era un lugar público, todo el mundo sabía que era un centro clandestino”, fue otra de las frases con que sorprendió a los protagonistas del juicio que se les sigue a él y a otros 18 sicarios de la dictadura. Locuaz y detallista, Donda dio precisiones del accionar represivo en ese campo de exterminio e involucró a toda la Armada al describir su estructura, tal como había hecho en su primera declaración. “Arriba mío había 2500 personas, y yo tengo que estar dando explicaciones acá y todos ellos están libres”, dijo al mencionar el organigrama de las fuerzas de tareas, de las cuales dependían los grupos que, a su vez, dirigían las unidades.

Ubicado en el banquillo, Donda debía ampliar su declaración indagatoria, pero primero pidió hablar y luego aceptó responder las preguntas del Tribunal Oral Federal (TOF) 5, de la fiscalía y de las querellas. Incluso no terminó y hoy seguirá declarando, luego de lo cual debería hacerlo Jorge “Tigre” Acosta. Aunque parecía indignado por haber sido “abandonado” por sus superiores, a la hora de dar nombres de sus ex camaradas de armas se negó “por una cuestión de lealtad”.

Las abogadas querellantes Carolina Varsky (CELS) y Myriam Bregman (Ceprodh) coincidieron en que Donda, por un lado, trató de ensuciar a varios sobrevivientes, querellantes en el juicio y que fueron testigos, para intentar invalidar su testimonio y, por otro, reconoció su accionar como parte de los grupos de tareas de la ESMA. Al aclarar que se dedicaba a “tareas de inteligencia” terminó admitiendo que hubo “situaciones de tortura”. Dijo que cuando iban a secuestrar gente le decían que era por otras causas, algo que varios sobrevivientes han mencionado, como por ejemplo, que los detenían por operativos de drogas. Además, el represor explicó que los procedimientos se hacían generalmente en la vía pública “para evitar enfrentamientos en las casas”, y admitió que usaban antifaz, capuchas y esposas.

El ex marino es tío de la diputada nacional Victoria Donda, que nació en cautiverio en la ESMA, y hermano de otro marino, José Donda, que fue secuestrado con su esposa, llevado a ese centro y hecho desaparecer en uno de los denominados “vuelos de la muerte”. Al referirse a ellos, el represor argumentó que se trató de “un tema personal, familiar”, y afirmó que esas muertes “fueron en el contexto de una guerra”, un clásico a la hora de justificarse. Sobre su hermano dijo puntualmente que él también quiere saber dónde está. La exposición de Donda fue seguida desde el palco del público por la activista castrense Cecilia Pando.