“Situaciones de tortura”
Por Adriana Meyer
“Algunos canallas se retiraron con sus valores democráticos y dejaron a este grupo como chivo expiatorio, como pato de la boda o como quieran llamarlo”, dijo ayer el represor Adolfo Miguel Donda en el juicio oral que lo juzga por su participación en el centro clandestino que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Donda dijo que actuó allí como “operativo” y cargó contra sus antiguos jefes de la Marina. “La ESMA era un lugar público, todo el mundo sabía que era un centro clandestino”, fue otra de las frases con que sorprendió a los protagonistas del juicio que se les sigue a él y a otros 18 sicarios de la dictadura. Locuaz y detallista, Donda dio precisiones del accionar represivo en ese campo de exterminio e involucró a toda la Armada al describir su estructura, tal como había hecho en su primera declaración. “Arriba mío había 2500 personas, y yo tengo que estar dando explicaciones acá y todos ellos están libres”, dijo al mencionar el organigrama de las fuerzas de tareas, de las cuales dependían los grupos que, a su vez, dirigían las unidades.
Ubicado en el banquillo, Donda debía ampliar su declaración indagatoria, pero primero pidió hablar y luego aceptó responder las preguntas del Tribunal Oral Federal (TOF) 5, de la fiscalía y de las querellas. Incluso no terminó y hoy seguirá declarando, luego de lo cual debería hacerlo Jorge “Tigre” Acosta. Aunque parecía indignado por haber sido “abandonado” por sus superiores, a la hora de dar nombres de sus ex camaradas de armas se negó “por una cuestión de lealtad”.
Las abogadas querellantes Carolina Varsky (CELS) y Myriam Bregman (Ceprodh) coincidieron en que Donda, por un lado, trató de ensuciar a varios sobrevivientes, querellantes en el juicio y que fueron testigos, para intentar invalidar su testimonio y, por otro, reconoció su accionar como parte de los grupos de tareas de la ESMA. Al aclarar que se dedicaba a “tareas de inteligencia” terminó admitiendo que hubo “situaciones de tortura”. Dijo que cuando iban a secuestrar gente le decían que era por otras causas, algo que varios sobrevivientes han mencionado, como por ejemplo, que los detenían por operativos de drogas. Además, el represor explicó que los procedimientos se hacían generalmente en la vía pública “para evitar enfrentamientos en las casas”, y admitió que usaban antifaz, capuchas y esposas.
El ex marino es tío de la diputada nacional Victoria Donda, que nació en cautiverio en la ESMA, y hermano de otro marino, José Donda, que fue secuestrado con su esposa, llevado a ese centro y hecho desaparecer en uno de los denominados “vuelos de la muerte”. Al referirse a ellos, el represor argumentó que se trató de “un tema personal, familiar”, y afirmó que esas muertes “fueron en el contexto de una guerra”, un clásico a la hora de justificarse. Sobre su hermano dijo puntualmente que él también quiere saber dónde está. La exposición de Donda fue seguida desde el palco del público por la activista castrense Cecilia Pando.
Por Adriana Meyer
“Algunos canallas se retiraron con sus valores democráticos y dejaron a este grupo como chivo expiatorio, como pato de la boda o como quieran llamarlo”, dijo ayer el represor Adolfo Miguel Donda en el juicio oral que lo juzga por su participación en el centro clandestino que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Donda dijo que actuó allí como “operativo” y cargó contra sus antiguos jefes de la Marina. “La ESMA era un lugar público, todo el mundo sabía que era un centro clandestino”, fue otra de las frases con que sorprendió a los protagonistas del juicio que se les sigue a él y a otros 18 sicarios de la dictadura. Locuaz y detallista, Donda dio precisiones del accionar represivo en ese campo de exterminio e involucró a toda la Armada al describir su estructura, tal como había hecho en su primera declaración. “Arriba mío había 2500 personas, y yo tengo que estar dando explicaciones acá y todos ellos están libres”, dijo al mencionar el organigrama de las fuerzas de tareas, de las cuales dependían los grupos que, a su vez, dirigían las unidades.
Ubicado en el banquillo, Donda debía ampliar su declaración indagatoria, pero primero pidió hablar y luego aceptó responder las preguntas del Tribunal Oral Federal (TOF) 5, de la fiscalía y de las querellas. Incluso no terminó y hoy seguirá declarando, luego de lo cual debería hacerlo Jorge “Tigre” Acosta. Aunque parecía indignado por haber sido “abandonado” por sus superiores, a la hora de dar nombres de sus ex camaradas de armas se negó “por una cuestión de lealtad”.
Las abogadas querellantes Carolina Varsky (CELS) y Myriam Bregman (Ceprodh) coincidieron en que Donda, por un lado, trató de ensuciar a varios sobrevivientes, querellantes en el juicio y que fueron testigos, para intentar invalidar su testimonio y, por otro, reconoció su accionar como parte de los grupos de tareas de la ESMA. Al aclarar que se dedicaba a “tareas de inteligencia” terminó admitiendo que hubo “situaciones de tortura”. Dijo que cuando iban a secuestrar gente le decían que era por otras causas, algo que varios sobrevivientes han mencionado, como por ejemplo, que los detenían por operativos de drogas. Además, el represor explicó que los procedimientos se hacían generalmente en la vía pública “para evitar enfrentamientos en las casas”, y admitió que usaban antifaz, capuchas y esposas.
El ex marino es tío de la diputada nacional Victoria Donda, que nació en cautiverio en la ESMA, y hermano de otro marino, José Donda, que fue secuestrado con su esposa, llevado a ese centro y hecho desaparecer en uno de los denominados “vuelos de la muerte”. Al referirse a ellos, el represor argumentó que se trató de “un tema personal, familiar”, y afirmó que esas muertes “fueron en el contexto de una guerra”, un clásico a la hora de justificarse. Sobre su hermano dijo puntualmente que él también quiere saber dónde está. La exposición de Donda fue seguida desde el palco del público por la activista castrense Cecilia Pando.
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