viernes, 26 de julio de 2013

Las instrucciones secretas de la Armada para detener o echar empleados estatales

Cómo se preparó la “asunción del control”

Los documentos que fueron mencionados por un testigo en el juicio de la ESMA dan cuenta de listas de personas con sus antecedentes políticos. Además, se ordena señalar el “personal a detener, a prescindibilizar y a quienes se permitirá que continúen en sus puestos”.

Por Alejandra Dandan

A dos días del golpe del 24 de marzo, la Subsecretaría de Marina Mercante, entonces un área del Ministerio de Economía, reunió a su Consejo de Personal para cumplir con lo “dispuesto” por la Orientación para la Etapa de Consolidación de la Fase de Asunción del Control. Según documentos secretos con listas negras que acaban de ser nombrados en el marco del juicio oral de la ESMA, el punto 3 de la Orientación expresaba una guía sobre el “desenvolmiento en el área Economía”. “A partir de la entrada en posesión de cada edificio, los responsables procederán a (...) confeccionar listas de:

- Personal a detener

- Personal a prescindibilizar

- Personal a quienes se permitirá, en principio, que continúen en sus puestos.”

Las “actas secretas” que en sus fojas siguiente contienen un enorme listado de personas con sus adscripciones políticas o antecedentes en el organismo, fueron encontradas de casualidad en 2011 en una caja fuerte abandonada de un edificio muy viejo y de poca actividad de la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables, ubicado en la Costanera Sur. Quienes lo encontraron se lo dieron a los delegados de ATE que a su vez lo entregaron al Archivo Nacional de la Memoria. Los listados aluden a personal de esa Dirección, pero también mencionan personal de la Subsecretaría de Marina Mercante, un área que en el mes de abril de 1976 se jerarquizó y pasó a ser Secretaría de Intereses Marítimos, entonces dentro del Ministerio de Economía. La secretaría tenía una subsecretaría llamada de Puertos y Vías Navegables y de esa área dependía la dirección. En este momento, la misma subsecretaría depende de la Secretaría de Trasportes y está enrolada en el Ministerio del Interior.

La semana pasada, Carlos Loza, uno de los delegados portuarios y sobreviviente de la ESMA, nombró estos documentos durante la audiencia oral para pedir una investigación sobre sus responsables y alcances. “En algunos casos los nombres que aparecen en esas listas fueron personas que quedaron prescindibles o despedidas y esos datos son compatibles con personas que van a ser desaparecidas o detenidas.” Los documentos comienzan en marzo de 1976 y continúan durante 1977. Los informes dan cuenta del largo espionaje porque están apoyados por volantes de las agrupaciones políticas de 1973.

Entre los datos más relevantes hay dos muy significativos para pensar el aporte de estas actas en un contexto mayor. Por un lado, la referencia a la “Fase 1” evoca un documento preexistente y el modo de elaborar el acta da cuenta de un procedimiento estandarizado que puede hablar de su repetición en otros ámbitos. Por otro lado, en el marco de la causa ESMA los documentos abren una posible guía de lectura sobre una serie de secuestros, de delegados y trabajadores, que se desempeñaron en organismos o empresas que quedaron bajo la jurisdicción de la Subsecretaría de Marina Mercante o Secretaría de Intereses Marítimos y otras áreas intervenidas por la Armada.

“Es necesario armar un equipo de investigación que se dedique al seguimiento del cumplimiento y efectivización de esta terrible orden o directiva”, dice a Página/12 el abogado y querellante Pablo Llonto. “Hay que analizar para esto cada uno de los ministerios del Estado nacional y ver cómo seguramente luego fue bajando a cada secretaría y subsecretaría. Habría que ver quiénes fueron los ejecutores y quiénes las víctimas despedidas, cesanteadas, perseguidas o secuestradas. En consecuencia, habría que hacer la denuncia penal de cada uno de los casos. Al primer lugar que iría es a la Secretaría de Derechos Humanos para ver en los archivos todos los que fueron víctimas –estén o no desaparecidos–, y que en el momento del secuestro hayan estado en una dependencia estatal.”

El documento

La primera acta secreta se llama Acta Consejo de Personal N 1, se firmó el 26 de marzo de 1976, a las 10 horas. Tiene membrete del Ministerio de Economía, Secretaría de Transporte y Obras Públicas y Subsecretaría de Marina Mercante. En ese momento, se reunió el Consejo de Personal integrado por diez marinos: capitanes de fragata, de corbeta y de navío. El capitán de navío Carlos N. A. Guevara aparece como responsable. El Consejo se reunió a fin de “considerar la situación del personal superior, de supervisión y de ejecución de acuerdo a lo dispuesto en la Orientación para la Etapa de Consolidación de la Fase de Asunción de Control”, es decir, una orientación prevista para las horas posteriores al golpe. Las “Orientaciones” expresan en su punto 3, de acuerdo al documento, el Desenvolvimiento para el Area Economía: “A partir de la entrada en posesión de cada edificio, los responsables procederán a: sobre la base de la estructura orgánica de la dependencia, última lista de pagos y los antecedentes (necesariamente incompletos) con que cada uno de los interventores arribe a su puesto, se procederá a confeccionar listas de:

- Personal a detener

- Personal a prescindibilizar

- Personal a quienes se permitirá en principio que continúe en su puesto. Las tres situaciones serán implementadas por la guardia del edificio el primer día que se permita la entrada del personal. En los dos primeros casos se les retirará la credencial que los acredite como agentes del Estado y se iniciarán las acciones para colocarlos en situación de detenidos o se los enviará a su domicilios hasta que se resuelva administrativamente cada situación”. El documento también prevé: “cancelar los contratos de personas del personal de asesores” y “analizar últimas resoluciones y decretos”. En un listado de personas que se despliega a continuación, al lado de los nombres aparece información. Por la cercanía del golpe, es posible pensar que la información que nutrió las listas negras ya había sido reunida antes del 24 de marzo. De hecho, en el expediente aparecen volantes y panfletos de las organizaciones políticas gremiales hasta de 1973. Entre las descripciones puede leerse: “Por constar información de utilizar su cargo para desarrollar sus actividades privadas en lugar de las del Estado, se considera que ha perdido la confianza. El Consejo resuelve pedir su renuncia, caso contrario declarar prescindible”. En otros tres casos indican: “Información no confirmada lo encuadra dentro del elemento poco confiable por sus relaciones con elementos de izquierda. El Consejo resuelve declararlo prescindible”. Luego hay una lista de “28 agentes” de la misma área que “en forma activa o cooperativa actuaron en a la seccional 34 de la UPCN en función político-gremial perturbando el normal desenvolvimiento de la subsecretaría. Los excesos cometidos en contra de la disciplina y las violaciones del orden jerárquico y el principio de autoridad se agravaron con el tiempo (...)”.

Antes de cerrar el acta, en marzo dejaron claro que la información debía ser pasada al Servicio de Inteligencia Naval. Y en el expediente hay un folio todavía más llamativo con los antecedentes de uno de los trabajadores, del año 1965. En un recuadro en el margen superior de la hoja dice: “Estos antecedentes (...) 4. No deben ser copiados. 5. Deben ser incinerados”.

Un dato importante del Acta Secreta es que remite al “área Economía”. Habría que ver si eso significa Ministerio de Economía y si hubo órdenes especiales para ese ministerio. O, como dice Llonto, si son órdenes que se repitieron en otros ministerios. De momento, para la causa ESMA estas actas permiten pensar posibles constantes en los “casos” del juicio. El debate trabaja sobre grupos de secuestrados del año 1976, entre ellos las víctimas que habían trabajado en organismos públicos y empresas privadas que después de marzo fueron intervenidas por la Marina.

martes, 23 de julio de 2013

Trabajadores portuarios, sobrevivientes de la ESMA, declararon y aportaron nombres de otros secuestrados

Las “caídas del puerto” en la causa ESMA

Los portuarios eran integrantes del cuerpo de delegados de la Administración General de Puertos y fueron secuestrados el 16 de diciembre de 1976. Algunos de sus compañeros continúan desaparecidos.

 Por Alejandra Dandan

Carlos Loza, Rodolfo Picheni y Oscar Repossi eran trabajadores del puerto de Capital Federal. El 16 de diciembre de 1976 por la mañana se vieron en el puerto y acordaron una reunión para las cuatro de la tarde en un local del PC, sobre la calle Herrera, de Barracas. A la reunión de la
tarde se sumó Hector Guelfi, un cuadro del partido. El local era una casa antigua con un largo pasillo. Ellos estaban en una habitación que usaban de oficina. A las cinco o seis de la tarde entró una delegación de policías de la Comisaría 30ª con un grupo de civiles. Los sacaron de la habitación y cuando intentaron hablarles les pegaron un culatazo en la espalda. Las manos contra la pared, pasaron varias horas; la patota les revisó toda la casa. Los policías los llevaron en un patrullero hasta la comisaría, donde a las doce de la noche se produjo una discusión con el grupo de civil.

Carlos Loza declaró en el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada. Su caso es parte de lo que se trabaja como otra de las avanzadas de la marina, nombrada como las “caídas del puerto”.

Carlos Loza contó gran parte de lo que sucedió con sus compañeros durante el juicio anterior de la ESMA. Ahora volvió a este nuevo debate donde es uno de los “casos-víctimas”. Abundó sobre aspectos del centro clandestino enfocado especialmente en la reconstrucción del nombre de los prisioneros a los que pudo ver o de los que pudo saber hace más de treinta años y cuyas voces no se pudo “sacar de la cabeza”.
El puerto

Carlos, Rodolfo y Oscar eran delegados de la Administración General de Puertos, en la Sección de Puerto Madero. La Sección era parte de la Seccional Puertos de Capital Federal extendida desde Dock Sud al Puerto de Olivos, con uno cuerpo de delegados de unas cien personas y unos 3700 trabajadores, muchos de los cuales fueron víctimas de la dictadura militar.

“Habíamos construido una organización con gran esfuerzo que nos representara para pelear por nuestros de derechos: salarios, ley de contrato de trabajo, paritarias, condiciones de higiene, mutuales”, dijo Carlos en su declaración anterior. Durante 1975 discutían los planes de lucha en asambleas de 1500 trabajadores, y los acuerdos no sólo se presentaban ante la dirección de la empresa sino en la calle. Carlos militaba en el PC. Entre los delegados había militantes de la JP, la JTP, el Partido Socialista de los Trabajadores y sectores independientes. En los meses previos al golpe, habían enfrentado a la conducción del gremio nucleado en la Unión Ferroviaria y encabezado por Esteban Rolando, del CdO. “Zurdos, los vamos a matar a todos”, les decía. “Ustedes van a ser boleta.” En febrero de 1976, un paro de las patronales empresarias paralizó las actividades del puerto. “Reclamaban la eliminación de la Ley de Contrato de Trabajo, volver a una legislación que les permitiera hacer mejores inversiones y consideraban perniciosos nuestros cuerpos de delegados, nuestras comisiones internas, nuestros centros de estudiantes. Este paro empresario de febrero desencadenó un profundo debate en el cuerpo de delegados y decidimos continuar con las medidas de defensa de nuestros derechos.”

El día del golpe, los portuarios fueron a los lugares de trabajo. “Nos convocamos a hacer asambleas, pero el puerto de Buenos Aires estaba ocupado militarmente. Se nos impidió el acceso por dos días y se nos atemorizó cuando volvimos a ingresar al puerto. El cuerpo de delegados fue citado por un interventor militar que pertenecía a la Armada, como todos los interventores de las empresas de la actividad portuaria que eran del Estado: la Administración General de Puertos, Líneas Marítimas Argentinas, Flota Fluvial del Estado Argentino y Tandanor, entre otras.”

El interventor los recibió con una 45 arriba de la mesa y les dijo que quería tranquilidad y que no iba a tolerar ningún reclamo. A partir del 1° de mayo, la empresa aplicó la Ley de Prescindibilidad a nueve trabajadores, muchos de ellos dirigentes del cuerpo de delegados. Entre ellos estaba José Manuel Moreno, candidato para las elecciones previstas para septiembre. El Negro Moreno es “caso” de este juicio y desapareció el 3 de febrero de 1977. “El clima de temor, de permanente hostigamiento, de presencia militar intimidatoria en los depósitos portuarios, desembocó en lo que fueron nuestros secuestros. Cuando se producen los despidos del 1º de mayo nos reunimos para reclamar por la reincorporación, elaboramos un petitorio para recorrer las secciones, pero el clima era tan intimidatorio que hasta los mismos compañeros quedaron aterrorizados y no tuvimos éxito en el reclamo.”
El escarmiento

Picheni, Repossi, Guelfi y Loza estaban en la comisaría cuando se dieron cuenta de la discusión. “Finalmente, en horas de la madrugada, a las tres o tres y media, después de retirarnos los documentos, el llavero, el reloj, la plata, nuestras pertenencias en la seccional, nos sacan de a uno. Yo soy el primero –dijo Carlos– y me colocan en la parte de atrás de una camioneta tipo ambulancia. Me atan las manos a la espalda, con una cuerda plástica, con los pulgares libres, me arrojan adentro y luego me atan los pies, me ponen una capucha.” A Picheni, Repossi y a Guelfi los amontonaron uno arriba del otro arriba de Loza. “Suponemos que el lugar al que nos llevaron no estaba muy lejano, podríamos haber calculado media hora de viaje, era de madrugada. Finalmente ingreso al lugar y alguien que estaba conduciendo este operativo en la ambulancia formula una frase que incluía una palabra de contraseña: ‘Celenio’.” Durante las torturas les preguntaron por Montoneros. Si habían participado en alguna acción y en un atentado del día previo en el Ministerio de Planeamiento.

Durante su estadía en la ESMA, que se extendió hasta el 6 de enero de 1977, Carlos fue alojado en Capucha y el altillo donde estuvo Capuchita. En su declaración anterior había hablado de varios prisioneros, algunos todavía sin nombre. Entre ellos, una embarazada y un sacerdote, sobre los que volvió nuevamente en esta última audiencia.

A la embarazada no la vio porque estaba tabicado, pero escuchó a uno de los prisioneros hablar con ella: “A vos no te va a pasar nada porque estás embarazada”, le decía a una mujer. Esa frase –dijo Carlos en la audiencia anterior– “me resuena todos los días desde esa época hasta hoy y no me la puedo sacar de encima: ‘a vos no te va a pasar nada porque estás embarazada’”. Los fiscales le preguntaron ahora por esa mujer. “Siempre me pareció muy lejana la posibilidad de llegar a identificarla. Pero yo puedo ubicar que esa persona estuvo en la ESMA en la semana del 16 al 23 de diciembre de 1976, en Capucha, que es el día que a nosotros nos llevan ahí. Y en esa semana dentro del edificio, entre los golpes y el estado de inconsciencia, pudimos escuchar esa voz. Y se puede determinar con total claridad que esa compañera es una de las embarazadas que estuvieron en esa semana. Y existen compañeras que cayeron en esa semana y estaban embarazadas. Por ejemplo, María Elvira Motto ‘Bombón’ o (Evelina Isabel) Sabbatino ‘Muñe, ‘que es del día 14 de diciembre. Yo estoy buscando otras posibles embarazadas para tratar de darle identidad.”

Al sacerdote lo había recordado como “una persona de un nivel cultural importante”. Uno de los interrogadores le decía que él era una persona joven, que tenía futuro, que su padre se estaba muriendo y que su familia lo extrañaba mucho. También, que tenía la posibilidad de irse a Venezuela si daba cuenta de los nombres que le estaba pidiendo. El interrogador parecía darle al sacerdote algo de tiempo. “Le dijeron que lo pensara bien”, dijo Carlos. “Ese sacerdote ahora sabemos que era Pablo María Gazzarri, que cae el 27 de noviembre de 1976 y es caso de ESMA. Esto lo digo con toda claridad y no me quedan dudas, porque nosotros investigamos qué ha pasado con cada uno de nuestros compañeros para aportar al esclarecimiento de la causa y de la verdad, que es lo que necesitan los familiares y amigos.” Uno de los fiscales le preguntó si sabe qué sucedió con Gazzarri. Carlos dijo: “Está desaparecido”.

Cuando salió del centro clandestino, acudió a la farmacia de los padres de uno de los prisioneros, Hernán Abriata, militante de la JUP de Arquitectura. Hernán estaba en Capuchita, había logrado darle sus datos. En Capuchita en esos días también había una joven pareja con la que Hernán había estado en una de las quintas operativas de los marinos. Carlos y sus compañeros, que estaban depositados detrás del tanque de agua, podían oírlos. “Nos presentamos por detrás del tanque y ella mencionó su nombre, que era Viviana. Hernán nos contó que habían estado en la quinta, custodiados, pero podían hacerse de comer. Nosotros durante mucho tiempo no supimos el nombre de esta pareja. La mamá de Hernán había recibido a una persona y siempre pensamos que podía ser aquella Viviana, pero no ha sido así porque aquella pareja no apareció más. Por las investigaciones que hicimos, ahora sabemos que Viviana era Bibiana Martini y su pareja Claudio Adur; fueron secuestrados el 11 de noviembre de 1976 en la calle Ciudad de la Paz y continúan desaparecidos. Los nombres los habíamos olvidado, pero cuando vi el nombre de Bibiana no me quedó duda de que el nombre de su compañero que escuché en ese momento era el de Claudio.”
Los sobrevivientes

En la madrugada del 6 de enero de 1976 lo llamaron por su número. Lo mismo hicieron con Picheni, que también estaba ahí. Los pusieron adentro de un Falcon gris con dos represores. Uno les dijo que se portaran bien, si no los iban a matar. Los soltaron en San Fernando. El tiempo pasó. Los fiscales ahora le preguntaron a Carlos por Picheni.

“Mi amigo y compañero Picheni, mi compañero de cautiverio, de lugar de trabajo y del cuerpo de delegados. De estos hechos nunca pudimos separarnos; el tiempo en el campo de concentración que lleva a las personas a niveles prehumanos hace imposible que alguien pueda recuperarse.” Dentro de la ESMA, Picheni había visto a uno de los prisioneros de Capuchita totalmente fuera de sí.

“Deliraba, no recibía nada, no comía, era permanentemente golpeado, se sacaba la capucha y eso hacía que cuando los guardias subían volvieran a golpearlo. En su delirio y en estado moribundo, pedía por su papá y lo único que repetía era: ‘Oficial primero, oficial primero, Montonero, médico’.” A Picheni se le imprimió ese asesinato en la memoria: “Esa situación lo persiguió toda la vida, primero para conocer la identidad y por otro lado rechazó ir a hacerse tratamientos”. Un 5 de diciembre, poco antes de cumplirse un nuevo aniversario del secuestro, su compañero se suicidó. Les dejó una carta en la que les decía que ahora iba a ser uno de los 30.001 “que nos iba a estar cuidando”.

En 2008, Picheni logró saber el nombre de aquel médico: Jorge Mendé, hijo de Raul Mendé, también médico, peronista, ministro del primer gobierno de Juan Perón.

miércoles, 10 de julio de 2013

El relato de cómo los represores de la ESMA se apropiaron de dinero de Montoneros guardado en un banco suizo

Grupo de tareas y de ladrones sin fronteras
Mientras estuvo prisionero de los marinos, Pablo González Langarica fue llevado a Suiza y obligado a entregar un maletín con plata de Montoneros. Como parte del operativo, su mujer y sus hijas fueron secuestradas y mantenidas como rehenes.

 Por Alejandra Dandan

En enero de 1977, Miguel Angel Benazzi, Alberto Eduardo González, alias el “Gato”, Frimón Weber, alias 220, del GT, se embarcaron con un prisionero de la ESMA rumbo a Suiza con escala en Madrid. A él le pusieron un yeso en una pierna para evitar que se escapara. Secuestraron a su mujer y a sus dos hijas de cuatro y dos años en un predio que estaba bajo la órbita de la Marina, para mantenerlas como rehenes durante el viaje. El objetivo en Suiza era acceder a una caja de seguridad donde el secuestrado había depositado una valija de Montoneros. Pablo González Langarica, ese secuestrado y sobreviviente, declaró ayer en el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada por primera vez después de 36 años. El relato da cuenta de la enloquecida sed de dinero que alentó a los depredadores de hombres. Langarica perdió la pista de ese dinero en ese mismo momento. Este diario publicó hace tiempo datos de esa caja como parte de la historia de la plata que la Marina robó a Montoneros.

Langarica fue secuestrado el 10 de enero de 1977 en Lavalle y Callao. A los culatazos lo metieron en el baúl de un Fairlane y lo llevaron a la ESMA. Allí dijo que se llamaba Chousa, una identidad construida para protegerse. “En un momento me sacan la capucha y me dicen: ‘Hijo de puta, fuimos a lo de Chousa y casi lo matamos o casi matamos a la mujer’”.

El verdadero Chousa declaró en el juicio días pasados porque también terminó secuestrado. “Yo sigo negándome a revelar mis contactos durante un tiempo que no puedo precisar, y a partir de ahí la capacidad de resistencia a la tortura realmente se me termina”, explicó.

La Marina secuestró a dos de sus compañeros. Fernando Vaca Narvaja logró escapar. A Langarica lo introdujeron en la sesión de tortura de Fernando Perera. “Está muy golpeado, agotado, pero cuando me paran enfrente de él, me ve y me dice: ‘Toño, deciles que la flaquita no tiene nada que ver, deciles, porque no me creen y me la van a matar. Vos sabés que la flaquita no tiene nada que ver, no quiero que me la maten’. Yo no tenía mucha idea pero les digo: ‘Claro, no tiene nada que ver’. Pero lo siguen torturando delante mío, me apoyaron contra la pared, a cincuenta centímetros del borde del camastro, seguían torturándolo para que diera la dirección donde podían buscar a la flaquita. En un momento entra alguien a la cabecera y le pone un estetoscopio en el pecho, y dice: ‘Paren un poco que está mal’. Un rato después, les dice: ‘Se nos fue’. Yo entiendo que se murió en la tortura.” Acosta entró en ese momento “como si hubiera venido de urgencia”.

Días después, las preguntas fueron por su rol en Montoneros. “No ya por personas, sino por los bienes a los que podían acceder. Evidentemente tenían alguna idea de mis funciones de correo de la conducción nacional al exterior, que podían llevar hacia el dinero de Montoneros. Entonces vislumbro una luz en el túnel y les digo que hay una caja fuerte en el exterior a la que tengo acceso, en la que no sé exactamente qué hay. Que está en Suiza, pero que si me la hicieron abrir y posteriormente poner un maletín de dimensiones considerables, lo que estaba adentro muy probablemente era dinero, algo que les podía interesar. Y efectivamente les interesaba. Les planteo que me tienen que llevar a mí porque el banco no la va a abrir, ni hay manera de que no pase yo para acceder a eso.”

Langarica explicó que hubo una reunión. De la que participó Acosta, Benazzi y un personaje de uniforme de Marina, con camisa, charreteras, cuello abierto. También un escribano dispuesto a hacer un poder a nombre de Chousa para los marinos. Cuando él le dijo al escribano que no era Chousa, esa sesión se suspendió y empezaron los preparativos.

“Embarcamos casi como embarcan los pasajeros, volamos a Madrid, llegamos. Nos alojamos en un hotel en las inmediaciones del aeropuerto, a poca distancia, dormimos en dos habitaciones. Yo compartí con Weber, o sea que venía siendo mi custodio: desde la captura, la tortura y ahora el viaje. Y en la otra habitación duermen Benazzi y el Gato. Yo duermo muy mal y muy temprano me empiezo a vestir. Weber se despierta y se sorprende al verme vestido y deambulando. Sale rápido y golpea la puerta de al lado y hace venir a los otros diciéndoles que yo me iba a ir. Volamos a Zurich, vamos al banco, le advierto a Benazzi, que es evidentemente el que está a cargo, que el momento de más riesgo es cuando nos aproximemos al mostrador a pedir las llaves porque yo me voy a identificar pero a él no lo van a dejar pasar. A pesar de eso, vamos los dos juntos al subsuelo, a la oficina de cajas fuertes. Me presento a la persona que me reconoció, me preguntó qué me había pasado, yo le digo que tuve un accidente. Era una persona que había vivido en Uruguay y hablaba castellano. Hicimos el procedimiento habitual. El trae mi llave y le encarga a un empleado, se abren las puertas generales, yo paso y Benazzi pasa conmigo: nadie le dice nada, cuando en realidad no debía ser así. Abrimos la caja y está el maletín de cuero negro grande. Benazzi lo agarra, salimos, devolvemos la llave, salíamos a la calle, Benazzi se va por su lado, yo me quedo con Weber al que le pedí ver a un médico porque la herida en el pie me estaba supurando”, dijo con respecto a una herida producto de la tortura.

La estadía se prolongó. “Se interesan por otro rubro que eran mis contactos en Europa con eventuales proveedores de armas. Siempre es un tema novelesco que se presta a las fantasías y a las novelas de aventuras, un poco de eso había porque no había nada demasiado sólido atrás de todo eso. Eran contactos con supuestos mercaderes que se ofrecían a partir de alguna mención en los diarios, yo había pasado a ser personaje de ese trafico.” Durante meses viajaron de un lugar a otro con Benazzi buscando personas que prometieron cosas que nunca llegaron. En determinado momento, le indicaron sin embargo que su libertad dependía de una conferencia de prensa: debía armar una conferencia de prensa en España en contra de Montoneros.

Un dato que mencionó es el siguiente: “Yo supongo que a esa altura algún grado de acuerdo con la policía española ellos (Benazzi y la Armada) tenían”, explicó. “Porque no es tan sencillo convocar por teléfono a los periodistas, organizar una conferencia.” Lo hicieron llamar a un contacto suyo en un medio local. El se puso una peluca para la presentación en un hotel. Benazzi y el Gato González se hicieron pasar por integrantes de la organización protegidos por una capucha. Para entonces, el GT en España había aumentado: ahora estaba Néstor Omar “Norberto” Savio, alias Halcón, “que instala un trípode con una filmadora”. Empezó la conferencia de prensa. El, Bena-

zzi y el Gato González con capucha y atrás de la mesa una bandera argentina con una “M” de Montoneros. Langarica leyó un documento preparado en la ESMA “donde anuncio la ruptura por diferencias políticas, no es muy creíble, yo siento que empieza a notarse una extrañeza entre los que escuchan. Algunos levantan la mano antes de que termine. Cuando finalmente termino, digo: ‘Bueno, aquí las preguntas se las dirigen al compañero’ y me levanto. Paso por la habitación y me voy a la calle. Y Benazzi se queda encapuchado respondiendo las preguntas. Las preguntas salen en la prensa española, son dubitativas, lo que redunda en la poca credibilidad”.

La esposa de Langarica y su hija Mariana declararon también en el juicio. Ellas estuvieron unos días en la ESMA y luego las trasladaron a una quinta. Pasaron siete meses en condición de secuestradas antes de reunirse con Langarica en París. Delia mencionó que durante su estadía en la casa operativa también vio a Halcón e inscribió en el mismo espacio a Jorge Radice y a Alfredo Astiz.

lunes, 8 de julio de 2013

ESMA: Una declaración exhaustiva de la sobreviviente Rosario Quiroga desde Caracas

Dio precisiones sobre el acoso sexual y el papel cumplido por monseñor Graselli 

Rosario Quiroga hizo un pormenorizado relato de su secuestro, cautiverio y liberación en 1979 desde Caracas, donde vive desde entonces. Rosario no dejó pregunta sin contestar y ofreció muchas precisiones. Entre ellas, explicó que si bien el acoso sexual fue una regla indefectible para todas las prisioneras detenidas-desaparecidas, en el caso de la ESMA no implicaba necesariamente violaciones. Confirmó la intimidad entre monseñor Graselli y los represores y enfatizó la posibilidad de que varios militantes muertos en la ESMA hayan sido cremados en el cementerio de la Chacarita, como le dijeron que lo fue su pareja de entonces, Oscar "El Sordo" De Gregorio, un oficial mayor de Montoneros. En la audiencia declaró también José María Areta, hermano de dos desaparecidos. Jorge Ignacio (que parece haber ingresado malherido o muerto a la ESMA) y de Joaquín, uno de cuyos poemas "Quisiera que me recuerden" fue leído en público por un emocionado presidente Néstor Kirchner.
En teleconferencia desde Caracas, Venezuela, donde vive, Rosario Evangelina Quiroga, conocida como "Elena" durante el último tramo de su militancia peronista en la Argentina, recordó que ella y otros compañeros, escapando de la represión desatada por la dictadura, habían buscado refugio en Uruguay. Que lo habían encontrado en una vivienda del balneario Lagomar  y que en la mañana del 15 de diciembre de 1977, cuando ella y Rolando Pisarello esperaban tomar un ómnibus para ir a Montevideo fueron secuestrados por personal de civil de las fuerzas armadas uruguayas, que los introdujeron en un furgon y les dieron una paliza. Puntualizó que a ella le abrieron una herida en la cabeza de un culatazo.

Relató que fueron llevados a una casa de Carrasco "de aspecto medieval" dónde la torturaron sometiéndola al "submarino", con golpes y colgándola del techo con las muñecas con los brazos atados detrás de la espalda y alzándola y bajándola en esa posición. En ese lugar, puntualizó, escuchó como torturaban también a dos compañeros, Jaime Dri y el pianista Miguel Ángel Estrella.

Dos días después fue llevada a una habitación, donde le sacaron la venda de los ojos y le presentaron a varios oficiales argentinos, entre quienes puede reconocer al teniente de navío Raúl Scheller, alias "Mariano", al mayor del Ejército Juan Carlos Coronel, alias "Maco", al oficial de la Prefectura Naval Héctor Febres, alias "Selva", y al miembro del Servicio Penitenciario Federal Carlos Generoso, alias "Fragote".

 "Mi impresión es que la voz de mando la tenía Scheller", subrayó.

Al día siguiente, 18 de diciembre, Pisarello fue trasladado a la ESMA, en Buenos Aires, junto con su mujer, María del Huerto Milesi, y su hijita María Laura, de cuatro meses.

Narró que fue trasladada a la ciudad de Buenos Aires junto a sus hijas pequeñas, a las que dos represores, el oficial de la Armada Alfredo Astiz y el oficial de la Policía Federal Roberto González a un colegio de monjas ubicado en la Avenida Cabildo y Juramento.

"El avión era pequeño y subimos por atrás. Viajé con mis hijas y (Héctor) Febres estaba sentado detrás mío. Había un piloto y alguien más, pero yo no podía ver. Me quitaron la frazada que tenía en los ojos para no impresionar a las niñas, pero me prohibieron levantar la cabeza o mirar", relató.

Conducida a la ESMA se le asignó el número 046. Su pareja, Oscar De Gregorio, apodado "El Sordo" y quien había sido uno de los miembros fundadores de la organización "Descamisados" (fusionada con Montoneros a fines de 1972) también fue secuestrado y llevado a la ESMA, en su caso gravemente herido de bala en el abdomen.

"Los miembros del GT (Grupo de tareas), tenían una relación especial con la persona que habían buscado o secuestraban, y las visitaban con frecuencia durante el cautiverio", explicó o Rosario.

Cuando la fiscal le preguntó los motivos por los cuales le hicieron escuchar durante su cautiverio una grabación de Oscar De Gregorio, la testigo explicó que "una de las metodologías que tenía el GT 3.2.2 era hacerle creer al secuestrado que iba a vivir, darle esperanzas de vida propia y de vida para cualquier otra persona de la que le dieras información. Saber que De Gregorio estaba vivo era una forma de dejarme tranquila de que ellos y yo íbamos a vivir. Era la forma concreta que tenían para sacarnos información".
Rosario dijo también que estuvo con De Gregorio en el momento de su muerte.

La fuga de "Nariz" Di Maggio

Horacio Maggio, ex delegado de la Comisión Gremial del Banco de la Provincia de Santa Fe y militante de Montoneros, había sido secuestrado el 15 de febrero de 1977. En marzo de 1978 logró fugarse de la ESMA- Se fue del país pero regresó y en octubre de ese año fue muerto dentro de una obra en construcción en la que se había refugiado.

Su cadáver fue exhibido en el estacionamiento del Casino de Oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, y muchos detenidos fueron obligados a desfilar ante él.

"En octubre de 1978 estaba regresando de una visita que hice a mis hijas en San Juan, y en el camino me dijeron que lo habían matado. Tenían el cuerpo en una camioneta y nos llevaron a que lo viéramos para saber lo que les pasaba a los que se fugaban. Mostrar a Maggio era para ellos una gran cosa, una especie de triunfo", relató.

Rosario denunció haber sido sometida a trabajo esclavo y sufrido el acoso sexual del mayor del Ejército Eugenio Acosta Aubone, hermano del entonces capitán de fragata Jorge "El Tigre" Acosta, jefe del "grupo de tareas".

Trabajo esclavo

Antes de viajar a Uruguay, Rosario trabajaba como técnica en el Departamento de Procesos Técnicos de las Bibliotecas de la Universidad Nacional de San Juan. Por sus conocimientos de bibliotecaria, fue obligada a realizar trabajo esclavo durante su cautiverio en la ESMA.

"Trabajaba en la Pecera junto con Nilda Orazi. Me encargaron que ordenara el archivo del diario Noticias. Había que acomodarlo por fechas, como se podía, en cajas. En una de esas cajas pude ver las fotos de Alicia Zunino de Rossini, a quien conocía de San Juan de toda la vida, y ahí pude constatar que había estado en la ESMA", contó la sobreviviente.

La fiscal le preguntó a la testigo por el teniente de navío Juan Carlos Rolón. "Estuve en el Sótano desde diciembre de 1977 hasta abril del 78. A Rolón lo comencé a ver todos los días cuando subí a la Pecera, porque era responsable de los que hacíamos trabajo esclavo.

"Conversaba con nosotros todo el tiempo. En alguna oportunidad nos dijo que había sido muy condescendiente con nosotros. "Cuando me llegue mi Nuremberg recuerden como los traté", nos decía. También quería que varios secuestrados se quedaran trabajando con ellos en la Argentina una vez puestos en libertad", describió.

Abuso sexual

Rosario dijo que debió soportar el acoso sexual del mayor Eugenio Acosta, pero aclaró que no había sido violada. "Acosta me tomó como su protegida, me visitaba todas las semanas y pretendía tener relaciones sexuales conmigo. Una vez le dije que tenía que pedirle a ´los verdes´ que me obligaran porque por propia voluntad no lo iba a conseguir y se fue muy enojado".

"La pretensión de (Eugenio) Acosta -continuó- era que Néstor Savio (alias Norberto) fuera el marino elegido para mí. En una oportunidad me llevó a la Costanera, me habló de lo mal que se llevaba con su mujer… Hubo acoso, pero lo pude manejar", relató Quiroga, quien dijo que lo que le pasó a ella era habitual que les sucediera a las mujeres cautivas en la ESMA.

"Era una regla. Siempre un marino estaba destinado a una secuestrada. Ellos eran los dueños de la vida de una, así que el abuso estaba implícito".

Robo de bienes

Rosario relató que durante su cautiverio fue llevada a una casa de su propiedad en Munro, en la calle Israel al 2200. "Linares y Roberto González me llevaron a la casa a buscar los papeles para apropiársela. Después, Febres, Roberto González y (el teniente de navío Jorge) Rádice me llevaron a una escribanía para firmar un poder. Supe que posteriormente esa casa fue utilizada para que trabajaran algunos secuestrados".

Embarazadas

"A todos los médicos se los llamaba 'Tomy'. Atendían los partos en la ESMA cuando no venían complicados y, si no, hubo algunos casos que fueron trasladados al Hospital Naval", relató la testigo, quien recordó entre los médicos a Jorge Magnacco. "También había otro médico al que le decían ´Manzanita´, porque tenía los pómulos rojos; era bajito y de cara redonda".

Rosario hizo un repaso por las distintas embarazadas que pasaron por la ESMA y con las que tuvo contacto o referencia de que habían dado a luz en ese centro clandestino. Entre ellas, Patricia Elizabeth Mancuzzo (Paty), quien dio a luz a un bebé el 15 de abril de 1978, hijo también de su compañero Walter Claudio Rosenfeld, al que puso de nombre Sebastián. También mencionó a Alicia Alfonsín de Cabandié, "Bebe", cuyo hijo, Juan Cabandié, nació en marzo.

La fiscal continuó mencionándole nombres de mujeres embarazadas para ver si la testigo las había visto en la ESMA. Rosario recordó cada uno de los casos: Alicia Pereyra, dio a luz a Federico Cagnola Pereyra; Ana María Moyano de Poblete, quien tuvo una niña; Susana Pegoraro, también tuvo una niña; Susana Siver de Reinhold, "una embarazada a la que no vi, pero supe que tuvo su niña el mismo día que mataron a Norma Arrostito. Fue un revuelo ese día. Creo que se llamó Laura Reinhold Siver".

También mencionó a María Hilda Pérez de Donda, quien dio a luz a Victoria Donda Pérez; Patricia Roisinblit de Pérez Rojo, "la vi embarazada hacia octubre del 78, en un cuartito cerca del pañol, y después supe que tuvo un niño de nombre Guillermo" (Pérez Roisinblit).

Norma Arrostito
"La mataron en enero del ´78. Yo estaba en Capucha y me bajaban al Sótano durante el día. La vi en los pasillos. Tenía grilletes con una cadena bastante larga, el ruido de su caminar era muy especial, creo que todos los que estuvieron con ella lo recuerdan. Su muerte fue sumamente hablada. Además, la usaban muchísimo cuando caía alguien para sacarle información", al ser su cautiverio (mientras se la creía muerta) una demostración irrefutable de la derrota de Montoneros. "Norma Arrostito era EL personaje en la ESMA", destacó Rosario Quiroga.

Dagmar Hagelin
Rosario también contó que supo del secuestro de Dagmar Hagelin, "la suequita", por parte del GT 3.2.2: "Sé qué la hirieron y que por eso la desaparecieron. El que la hirió fue Astiz. Lo supe por otros detenidos, porque eso pasó un año antes de que yo entrara a la ESMA".

Reconocimientos

Se le preguntó a la testigo sobre el imputado Rodolfo Cionchi, alías "Gordo Tomás", acusado de torturar al sobreviviente Enrique Fuckman y de asesinar a Daniel Echeverría.

"Es uno de los oficiales que le decíamos Tomás o Dogor. Mi recuerdo es de un italiano con unos cuantos kilos, bien blanco y con los pómulos colorados. Lo veíamos en el Sótano", dijo la testigo.

Asimismo, reconoció a Miguel Ángel García Velazco, alias "Dante", un oficial de Inteligencia que integraba el Grupo de Tareas 3.3.2: "Dante tenía un hermano mellizo al que le decían Serra y pertenecía al SIN" (Servicio de Inteligencia Naval). Vi a personal del SIN en la ESMA", declaró Rosario.

"Hormiga era una auxiliar de Inteligencia", aseguró cuando se le preguntó por Orlando González. "Yo lo vi en la ESMA, en el Sótano. Ahora me enteré que es fotógrafo y recibió premios. Era delgado, de pelo negro, estatura mediana, y le gustaba mucho hablar con los secuestrados".

Monseñor Graselli
Se le preguntó si (el secretario del vicariato castrense) monseñor Eugenio Graselli tenía contactos con marinos. "Sí –respondió Rosario-. Él fue quien me ayudó a conseguir la visa para ir a Venezuela. No podía desconocer que había detenidos en la ESMA".

La testigo expuso ante las cámaras un certificado de defunción de su primer marido, José Luis Herrero, con la fecha y el motivo de la muerte falseada. "Este documento me lo mandó a Venezuela el propio Monseñor Graselli, por pedido de los marinos", enfatizó.

También confirmó que fue liberada por los marinos el 19 de enero de 1979, cuando (junto a otro prisionero desaparecido, Lisandro Cubas, con quien se casaría) voló a Caracas sirviéndose un pasaje comprado por la Armada en la agencia Cavisa (Compañía Argentina de Viajes Internacionales S.A.).

"Nos acompañó Juan Carlos Rolón", afirmó. "Ese día nos liberaron a cuatro: Alberto Girondo, Alicia de Pirles, mi marido y yo. Tenía 26 años, los había cumplido en la ESMA".

Después, en marzo o abril, añadió, fue liberado Pisarello, puntualizó.

Cremaciones

Para finalizar, Rosario Quiroga sostuvo que "me gustaría que se investigue sobre cremaciones hechas en Chacarita. Acosta me dijo a mí que al cuerpo de Oscar De Gregorio lo iban a quemar en el cementerio de Chacarita. Sería excelente poder investigar si ese fue el destino de los muertos en la ESMA. Cononocer el destino de todos los desaparecidos, saber qué pasó con ellos, es algo primordial".

Los hermanos Areta
En la audiencia declaró también José María Areta, hermano de dos detenidos-desaparecidos, Jorge Ignacio y Joaquín Eugenio, que se hizo célebre por un pequeó libro de poemas, uno de los cuales, "Quiero que me recuerden", fue recitado públicamente por el presidente Néstor Kirchner.

Jorge, apodado "Iñaki" o "El Correntino", ingresó el 23 de diciembre de 1976 a la ESMA, pero no está claro si lo hizo vivo o cadaver.

"Tengo información fragmentada sobre los hechos. El 22 de diciembre de 1976, en un supuesto enfrentamiento con Fuerzas de Seguridad, habrían matado a mi hermano en la zona oeste del Gran buenos Aires. El enfrentamiento habría comenzado en Morón y terminado cerca del Hospital Posadas, en Ramos Mejía", contó el testigo.

Luego agregó que "toda la información que recabé fue por llamados telefónicos y revisando diarios de la época, que hablaban de un supuesto enfrentamiento. Jamás tuve otra información. En base a esos datos, pude armar el relato, pero no había nombres ni nada más."

"El diario La Nación -ejemplificó- publicó una nota el 26 ó 27 de diciembre de ese año, en la que narra un episodio que describe lo que pasó, es una coincidencia, pero sin nombres. Con ese pude reconstruir parcialmente la historia".

José María contó que recibió dos versiones sobre su hermano. Una sostenía que estuvo en cautiverio en la ESMA, y la otra que "entró muerto el 23 de diciembre" a ese mismo centro clandestino de detención, tortura y exterminio.

Jorge era militante de la JTP y de Montoneros. Según recordó su hermano, estaba en pareja con una compañera de militancia llamada Dona.

Jorge "tenía 29 años, medía poco menos de un metro setenta, era rubio, usaba bigotes y tenía una cicatriz de una neurocirugía en el lado derecho", relató José María.

Las querellas le mencionaron a algunas víctimas y el testigo reconoció a Susana Quinteros: "fue una novia de mi hermano de la que se había separado un par de años antes de su desaparición. Era estudiante de arquitectura. Tengo entendido que apareció muerta en un enfrentamiento en La Plata en 1976".

Adriana Friszman relató su paso por la ESMA, con su embarazo a cuestas

Los casos de embarazadas en la ESMA

Al momento del secuestro, en mayo de 1977, tenía 21 años y seis meses de embarazo. Es una de las pocas que sobrevivieron. En cambio, su hermana Nora y su novio, Marcelo Pardo, permanecen desaparecidos.

 Por Alejandra Dandan

Nora Friszman hizo el secundario en el Nacional de Buenos Aires, había empezado el profesorado y militaba en la organización Montoneros, donde sus compañeros la recuerdan como Tina. Su área de militancia era Capital. Estaba de novia con Marcelo Pablo Pardo, que también militaba. Con ellos lo hacía Guillermo Orfano, Alberto Roque Krug y Diego Beigbeder. Nora tenía una hermana, Adriana Friszman, con militancia social en la Juventud Peronista, casada con Mariano Laplane. La marina secuestró a Marcelo Pardo y luego a Nora, a Guillermo, Alberto y a Diego entre noviembre y diciembre de 1976. Todos están desaparecidos. En mayo de 1977, en una nueva avanzada sobre otro grupo de militantes de Capital y una irradiación de secuestros que aún se investiga, se llevaron a Adriana Friszman.

“Todo era bastante violento –dijo ayer Adriana en el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada–. En el trayecto me pegaron, en el lugar me trataron bastante violentamente. Cabe recordar que yo tenía 21 años y seis meses de embarazo y pesaba unos 45 kilos, por lo tanto me parece que esto es un agravante.” Adriana es una de las pocas embarazas que sobrevivieron al infierno luego de conocer el espacio y las formas que les dedicó la máquina de matar. Salió viva después de las presiones que ejerció Alberto Numa Laplane, padre de Mariano, general del nacionalismo de derecha, retirado por las internas del Ejército, compañero de promoción de Jorge Rafael Videla y Roberto Viola.
El ritual

“Le pedimos que nos diga día, hora y lugar de los hechos”, le pidió la fiscalía en el comienzo. “Día, 29 de mayo de 1977. Hora, fin de la tarde, a las seis o siete, algo así. Lugar, la Facultad de Medicina. Me bajé de un colectivo, caminé unos metros y fui agarrada por dos personas a los lados en el medio de la calle, llena de gente, y yo misma me di cuenta de que nadie vio, nadie vio nada. Es algo tan rápido, tan extraño.”

En el operativo ubicó al prefecto Héctor Febres, coordinador de los robadores de niños. “No recuerdo cómo estaban vestidos, lo que puedo decir es que uno de los que participaron, que después varias veces apareció y lo vi en ese lugar, era un sujeto al que llamaban Selva. Era canoso. Más bien grandote. Fuerte.” Luego de ponerla en el piso de un auto, sacarle la cartera, buscar papeles, le taparon los ojos. Al rato llegaron a un lugar. “Y ellos mismos dicen: ‘¿Sabés dónde estás? Estás en la Escuela de Mecánica de la Armada’.”

La dejaron esperando en un pasillo, después en un local al que llamaban Enfermería, donde pasó uno o dos días. Durante la noche la interrogaban. Desde el “local” sentía un clima tenso, sonidos de gritos, de gente, de interrogatorios: estaba cerca del lugar donde se preparaban los operativos. Los fiscales le preguntaron por las formas de la tortura, Adriana habló de un ritual: “Parecía una especie de rito en el que alguien entraba, charlaba y conversaba. Y después venía otro. Te pegaba una cachetada en el oído. Después venía otro. Y prendía un aparato eléctrico llamado picana. El lugar era espeluznante, con sangre, manchas de sangre, cosas horribles, entonces eran varias personas que entraban y salían”.
La rotación

Adriana es una de las pocas embarazadas de la ESMA que sobrevivieron a lo que fue denunciado desde entonces y escrito en la sentencia del juicio por el robo de niños como “plan sistemático de robo de bebés”. Para mayo de 1977, había un cuarto como lugar de alojamiento, donde se turnaban las mujeres para poder descansar. “Había algunas más que permanecían en ese cuarto y las otras nos turnábamos para pasar algunas horas del día y así no había que estar todo el día en la cama, porque el espacio de permanencia entre los secuestrados era en el tabique, que era un colchón o una cama.”

En esa dinámica en la que pocos o nadie usaba los nombres, recuerda muy poco de los nombres o caras de esas chicas. A una chica, castaña, de piel clara, que le dio su nombre cuando supo que ella estaba por irse. “Y yo no lo recuerdo completamente, pero el apellido era Moyano e iba a tener familia en esos días. Mi familia trató de hacer contacto con su padre, creo que lo consiguió.” Había otra chica, Rosa, tal vez, explicó. “Rubiecita, muy, muy clara, los ojos verdes. Había otra chica con un cabello lacio, moreno, pero de tez clara, también con anteojos, que inclusive en un operativo la quisieron trasladar y ella estaba con un embarazo bastante avanzado y alguien lo evitó.”

Entre las imágenes habló de la visita de un médico. Una joven lo estaba esperando. Supuestamente debía examinarla. “Y esta joven estaba esperando y estaba muy nerviosa, muy preocupada. Me relató que la habían secuestrado hacía poco tiempo y que tenía un bebé de dos meses y estaba preocupada por la lactancia, porque no sabía qué estaba ocurriendo con su cuerpo. Era una joven de cabello negro, muy bonita, muy delgada, delgadita.”

Los fiscales le preguntaron por la alimentación, el baño, las condiciones del tormento. Adriana las contó a ellas mismas limpiando un poco el espacio, habló de alguna depilación en el momento cercano a un parto. La condición de jóvenes niñas, de mujeres primerizas. Una querella le preguntó por abusos. “En relación con mi propia persona había un guardia, particularmente violento, truculento y que tocaba a las personas, tocaba a las mujeres particularmente con la excusa de verificar si tenían los ganglios inflamados y claramente era un acto morboso.” El trato dependía mucho de las guardias, dijo. Las condiciones eran muy malas, los presos, la gente del pabellón, se bañaba una vez por semana, se enfermaban, comían muy mal. Las embarazadas se bañaban cada tres días más o menos.

Adriana estuvo tres semanas en la ESMA. Luego permaneció una semana en el Atlético antes de la liberación. En la ESMA asistió a un momento de traslado. “Era un momento muy tenso donde todo el mundo se ponía muy nervioso.” En su relato, describió los datos que pudo saber de su hermana Nora, secuestrada el 2 de diciembre de 1976. Entre las certezas reconstruidas de su paso por la ESMA, Adriana habló de la ropa de su hermana, con la que ella misma se encontró meses más tarde. Durante la tortura escuchó hablar de su hermana. Uno de los represores le dijo: “Esta es la hermana de la otra que está en Penales”. La defensa le preguntó por los “Penales”. “Aquí entramos al terreno de la especulación –dijo ella–. Yo tengo una idea de lo qué significaba, me parece que se trataba de la muerte, que era un eufemismo para la muerte porque no se podía decir, porque no se puede sembrar la falta de esperanza en quien está cautivo, porque es peligroso para quien mantiene personas en cautiverio y muchas personas jóvenes juntas. Además, algunos comentarios que se hacían entre los cautivos que estaban hacía más tiempo, me habían relatado que en diciembre del año anterior, la época en la que mi hermana fue secuestrada y pasó aparentemente por allí, los traslados eran masivos y muy frecuentes.”