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El ex oficial Luis Conrado Lupori revistó en la Armada y llegó a ser socio de Antonio Mata en Aerolíneas Argentinas. Su vínculo con los vuelos de la muerte.
Socios. Conrado Lupori (der.) y Antonio Mata (izq.) compartieron la dirección de diversas empresas entre las que se destaca la española Marsans.
La cuenta regresiva comenzó. Al cierre de esta edición, uno de los fiscales que investiga los vuelos de la muerte, Eduardo Taiano, estaba confeccionando un dictamen –que, según fuentes judiciales, tenía previsto presentar el mismo miércoles 18 de abril– por el cual le pedirá al juez Sergio Torres, a cargo de la causa ESMA, que indague al ex piloto de los aviones Electra L-188 Luis Conrado Lupori. El motivo: la actuación de Conrado Lupori como aviador durante el terrorismo de Estado. Sin embargo, el pedido cuenta con una particularidad: estar a contrarreloj, para aprovechar la situación actual del ex marino, detenido desde el sábado 14 de abril.
La privación de la libertad de Conrado Lupori tiene vinculación con otra causa, en la que se investigan violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar, y que está radicada en el Juzgado Federal de San Isidro, a cargo de la magistrada Sandra Arroyo Salgado. La suerte de su detención depende de un análisis genético cuyo resultado se conocerá en pocos días. Ante este escenario, Arroyo Salgado le tomó declaración indagatoria el pasado lunes 16 de abril y, esgrimiendo su inocencia, Conrado Lupori pidió su excarcelación o, en su defecto, se le concediera el beneficio de arresto domiciliario. Acaso desconociendo su legajo, Rita Molina, fiscal de San Isidro, avaló aquella solicitud, aunque el miércoles 18 la jueza rechazó los pedidos y confirmó la permanencia en prisión del ex piloto. Por expreso pedido de los investigadores, Veintitrés no puede revelar otros datos de la pesquisa. Apenas, que su detención aceleró la confección del dictamen del fiscal Taiano.
Tal como reveló esta publicación el 21 marzo de este año, Conrado Lupori era uno de los veinticuatro pilotos habilitados a volar los tres aviones Electra L-188, en plena dictadura. Se trata de la flota que conformó la Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logística Móvil (EA51), con base en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, y que está en la mira de la Justicia en la causa que investiga la desaparición forzada de personas a través de los “vuelos de la muerte”, la metodología criminal por la cual se arrojaba al río y al mar a los detenidos desaparecidos.
Según se desprende de su legajo, Conrado Lupori revistó en la EA51 entre el 28 de enero y el 19 de agosto de 1978, sitio que abandonó para trasladarse a la Agregaduría Militar argentina en los Estados Unidos. Su paso por aquella dependencia no se extendió demasiado en el tiempo: volvió a la escuadrilla a los pocos meses y permaneció allí hasta el 31 de diciembre de 1983, cuando retornó la democracia.
Antes de llegar a la EA51, y en pleno auge de la dictadura militar, el ex piloto tuvo un destino particular: la Escuela Superior de Mecánica de la Armada. De acuerdo a su legajo de servicios, entre 1975 y 1977 trabajó en el que fuera identificado como uno de los más siniestros centros clandestinos de detención, por donde pasaron alrededor de cinco mil detenidos desaparecidos. En este predio, ubicado en Avenida del Libertador y General Paz, a metros del Río de la Plata, Conrado Lupori era “jefe del 1º curso de aviación” y también jefe de contrainteligencia, cargo que ocupó durante cinco meses. Pero eso no fue todo: estuvo ocho meses en el mismo destino como jefe de la compañía Nº 11.
En las fojas destinadas a “concepto”, se observa la sintonía que este marino tenía con la Armada, entonces comandada por el fallecido Emilio Eduardo Massera. Allí califican el “gran valor en el servicio” de Conrado Lupori o destacan que “a pesar de no poseer la capacitación, desempeñó el cargo de contrainteligencia (…) de manera excepcional”. Quien firmó esta última evaluación, el 15 de diciembre de 1976, fue Rubén Chamorro, entonces director de la ESMA. Chamorro estaba acusado de cometer crímenes de lesa humanidad durante el terrorismo de Estado pero murió antes de que se le dictara condena.
En las mismas fojas figura un informe sobre el calificado donde se especifica: “En oportunidad de integrar el calificador la aprobación de un avión Electra que me fuera subordinado por el Sr. Comandante en Jefe de la Armada para el cumplimiento de una operación de alto grado de reserva, demostró un excepcional entusiasmo, espíritu de cooperación y confianza hacia el suscripto. Esta operación, (fue) cumplida en el extranjero con éxito (…)”. Y se resalta el “gran factor contribuyente” del accionar del “capitán Lupori; quien transmitió su ejemplar proceder a la tripulación”. La nota es del 20 de abril de 1979 y quien felicita a su subordinado es Jorge Raúl Vildoza, entonces capitán de navío, y quien fuera señalado por el arrepentido Adolfo Scilingo como coordinador de los vuelos de la muerte. Vildoza hoy está prófugo de la Justicia por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Luego de abandonar la Armada, Conrado Lupori supo reconvertirse en un profesional, de carrera ascendente, en el circuito aerocomercial. Pero no como piloto, sino como empresario. Así llegó a ser director de Marsans, la empresa multinacional de capitales españoles que había comprado Aerolíneas Argentinas. Y fue socio de Antonio Mata, el dueño de aquella empresa, en diferentes firmas, como en Jet Paq S.A. Pero su rol más significativo fue haber alcanzado la dirección de Aerolíneas Argentinas y de Austral Líneas Aéreas Cielos del Sur S.A., en 2003.
En esa época también participó en Advent S.A. y en 2004 alcanzó la presidencia de SMR Servicio de Mantenimiento Aeronáutico. Licenciado en Sistemas –también cursó la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad del Salvador, con un aporte económico de la Marina–, Conrado Lupori acumula una serie de denuncias radicadas en la institución Abuelas de Plaza de Mayo, donde también se vincula al ex integrante del directorio de Aerolíneas con los vuelos de la muerte.
Entre las acusaciones, sobresale una en la que se asegura que el ex piloto tuvo problemas psicológicos por participar de estos vuelos siniestros. Según reveló una fuente de la Aeronáutica que conoció a Lupori, “una vez que abandonó la Armada, si bien estuvo vinculado al área aerocomercial como empresario, no volvió a ser piloto”. Un dato, al menos, curioso.
Frente a este material, Taiano barajaba acelerar los lentos tiempos judiciales. De prosperar su dictamen, el juez Torres tendrá la oportunidad de investigar en profundidad una de las metodologías menos conocidas de la última dictadura militar.
El ex oficial Luis Conrado Lupori revistó en la Armada y llegó a ser socio de Antonio Mata en Aerolíneas Argentinas. Su vínculo con los vuelos de la muerte.
Socios. Conrado Lupori (der.) y Antonio Mata (izq.) compartieron la dirección de diversas empresas entre las que se destaca la española Marsans.
La cuenta regresiva comenzó. Al cierre de esta edición, uno de los fiscales que investiga los vuelos de la muerte, Eduardo Taiano, estaba confeccionando un dictamen –que, según fuentes judiciales, tenía previsto presentar el mismo miércoles 18 de abril– por el cual le pedirá al juez Sergio Torres, a cargo de la causa ESMA, que indague al ex piloto de los aviones Electra L-188 Luis Conrado Lupori. El motivo: la actuación de Conrado Lupori como aviador durante el terrorismo de Estado. Sin embargo, el pedido cuenta con una particularidad: estar a contrarreloj, para aprovechar la situación actual del ex marino, detenido desde el sábado 14 de abril.
La privación de la libertad de Conrado Lupori tiene vinculación con otra causa, en la que se investigan violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar, y que está radicada en el Juzgado Federal de San Isidro, a cargo de la magistrada Sandra Arroyo Salgado. La suerte de su detención depende de un análisis genético cuyo resultado se conocerá en pocos días. Ante este escenario, Arroyo Salgado le tomó declaración indagatoria el pasado lunes 16 de abril y, esgrimiendo su inocencia, Conrado Lupori pidió su excarcelación o, en su defecto, se le concediera el beneficio de arresto domiciliario. Acaso desconociendo su legajo, Rita Molina, fiscal de San Isidro, avaló aquella solicitud, aunque el miércoles 18 la jueza rechazó los pedidos y confirmó la permanencia en prisión del ex piloto. Por expreso pedido de los investigadores, Veintitrés no puede revelar otros datos de la pesquisa. Apenas, que su detención aceleró la confección del dictamen del fiscal Taiano.
Tal como reveló esta publicación el 21 marzo de este año, Conrado Lupori era uno de los veinticuatro pilotos habilitados a volar los tres aviones Electra L-188, en plena dictadura. Se trata de la flota que conformó la Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logística Móvil (EA51), con base en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, y que está en la mira de la Justicia en la causa que investiga la desaparición forzada de personas a través de los “vuelos de la muerte”, la metodología criminal por la cual se arrojaba al río y al mar a los detenidos desaparecidos.
Según se desprende de su legajo, Conrado Lupori revistó en la EA51 entre el 28 de enero y el 19 de agosto de 1978, sitio que abandonó para trasladarse a la Agregaduría Militar argentina en los Estados Unidos. Su paso por aquella dependencia no se extendió demasiado en el tiempo: volvió a la escuadrilla a los pocos meses y permaneció allí hasta el 31 de diciembre de 1983, cuando retornó la democracia.
Antes de llegar a la EA51, y en pleno auge de la dictadura militar, el ex piloto tuvo un destino particular: la Escuela Superior de Mecánica de la Armada. De acuerdo a su legajo de servicios, entre 1975 y 1977 trabajó en el que fuera identificado como uno de los más siniestros centros clandestinos de detención, por donde pasaron alrededor de cinco mil detenidos desaparecidos. En este predio, ubicado en Avenida del Libertador y General Paz, a metros del Río de la Plata, Conrado Lupori era “jefe del 1º curso de aviación” y también jefe de contrainteligencia, cargo que ocupó durante cinco meses. Pero eso no fue todo: estuvo ocho meses en el mismo destino como jefe de la compañía Nº 11.
En las fojas destinadas a “concepto”, se observa la sintonía que este marino tenía con la Armada, entonces comandada por el fallecido Emilio Eduardo Massera. Allí califican el “gran valor en el servicio” de Conrado Lupori o destacan que “a pesar de no poseer la capacitación, desempeñó el cargo de contrainteligencia (…) de manera excepcional”. Quien firmó esta última evaluación, el 15 de diciembre de 1976, fue Rubén Chamorro, entonces director de la ESMA. Chamorro estaba acusado de cometer crímenes de lesa humanidad durante el terrorismo de Estado pero murió antes de que se le dictara condena.
En las mismas fojas figura un informe sobre el calificado donde se especifica: “En oportunidad de integrar el calificador la aprobación de un avión Electra que me fuera subordinado por el Sr. Comandante en Jefe de la Armada para el cumplimiento de una operación de alto grado de reserva, demostró un excepcional entusiasmo, espíritu de cooperación y confianza hacia el suscripto. Esta operación, (fue) cumplida en el extranjero con éxito (…)”. Y se resalta el “gran factor contribuyente” del accionar del “capitán Lupori; quien transmitió su ejemplar proceder a la tripulación”. La nota es del 20 de abril de 1979 y quien felicita a su subordinado es Jorge Raúl Vildoza, entonces capitán de navío, y quien fuera señalado por el arrepentido Adolfo Scilingo como coordinador de los vuelos de la muerte. Vildoza hoy está prófugo de la Justicia por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Luego de abandonar la Armada, Conrado Lupori supo reconvertirse en un profesional, de carrera ascendente, en el circuito aerocomercial. Pero no como piloto, sino como empresario. Así llegó a ser director de Marsans, la empresa multinacional de capitales españoles que había comprado Aerolíneas Argentinas. Y fue socio de Antonio Mata, el dueño de aquella empresa, en diferentes firmas, como en Jet Paq S.A. Pero su rol más significativo fue haber alcanzado la dirección de Aerolíneas Argentinas y de Austral Líneas Aéreas Cielos del Sur S.A., en 2003.
En esa época también participó en Advent S.A. y en 2004 alcanzó la presidencia de SMR Servicio de Mantenimiento Aeronáutico. Licenciado en Sistemas –también cursó la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad del Salvador, con un aporte económico de la Marina–, Conrado Lupori acumula una serie de denuncias radicadas en la institución Abuelas de Plaza de Mayo, donde también se vincula al ex integrante del directorio de Aerolíneas con los vuelos de la muerte.
Entre las acusaciones, sobresale una en la que se asegura que el ex piloto tuvo problemas psicológicos por participar de estos vuelos siniestros. Según reveló una fuente de la Aeronáutica que conoció a Lupori, “una vez que abandonó la Armada, si bien estuvo vinculado al área aerocomercial como empresario, no volvió a ser piloto”. Un dato, al menos, curioso.
Frente a este material, Taiano barajaba acelerar los lentos tiempos judiciales. De prosperar su dictamen, el juez Torres tendrá la oportunidad de investigar en profundidad una de las metodologías menos conocidas de la última dictadura militar.
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