(Por La Retaguardia) Dialogamos con nuestro compañero de Oral y Público y sobreviviente del centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), sobre el debate que se generó a partir del brindis-asado que realizó el Ministerio de Justicia de la Nación a fines del año pasado: ¿deben utilizarse para actividades alegres en pos de la vida, o como museos o lugares en donde se recuerde el horror que allí se vivió? Para Basterra, la ex ESMA es un espacio al que hay que respetar, ya que allí existen aún huellas y pruebas que se deben continuar descubriendo e investigando.
Desde un principio, Víctor Basterra ha estado en desacuerdo con muchas de las actividades que se desarrollan en el predio de la ESMA; le resulta difícil aceptarlas: “yo he andado por esas calles siendo prisionero, teniendo ese cautiverio que condicionaba todos los giros y las búsquedas de libertad que uno pudiera tener, pero en el cautiverio uno estaba permanentemente ahí. Y desde esa mirada, me resulta difícil aceptar ciertas actividades. Las acepto en función de esa visión de conjunto, de unidad, pero como bien decíamos en otras épocas ´juntos pero no mezclados´. Sigo sosteniendo mi posición, negándome a aceptar naturalmente que se haga murga o lo que yo llamo ´la política del tachín-tachín´, las cosas que han sucedido ahí últimamente, esa choriceada para más de dos mil personas, que me parece desproporcionada. Muchas veces digo que no se puede tomar a la ESMA para cualquier cosa, para todo. La ex ESMA es un espacio que hay que respetarlo, brindarle un cuidado especial en el tratamiento que se le da, es como si uno tuviera un niño y le enseña las peores cosas que uno tiene”, explicó en diálogo con La Retaguardia.
En este sentido, Basterra considera que la discusión sobre el uso del predio de la ESMA no está cerrada, a pesar de lo que algunos organismos de Derechos Humanos afirmaron en los últimos días: “es algo que sigue porque es un espacio que está descubriéndose permanentemente, todavía se encuentran pruebas, huellas, muchas cosas, además de un montón de preguntas. Yo creo que se encuentra fundamentalmente el gran interrogante que no puede estar saldado, porque aceptar el mal humano como algo que ya se saldó y listo, entonces hay que matarlo con alegría y curso de no sé qué... no es así, la historia es distinta. Además hay una realidad: buena parte de los familiares siguen haciendo el duelo, entonces no se puede aceptar esto de que se cerró la discusión, ganamos nosotros, ustedes perdieron, violín en bolsa y a comérsela. No es así la historia, porque además no se construye nada con esas imposiciones o con esas actitudes que a veces a uno lo revelan, lo sublevan porque uno dice cómo puede ser, somos compañeros que transitamos la misma vereda y me venís a patear las canillas porque no me gusta tal cosa. Tengo el derecho a expresarlo, y lamentablemente muchas veces se dan estas situaciones que a mí me molestan, porque tengo otra mirada y no soy el único, y tampoco somos demasiada minoría. Lo que pasa es que no fue una discusión abierta”.
En diálogo con La Retaguardia, Basterra afirmó que hay algunos temas que no deberían entrecruzarse con lo partidario: “la cuestión partidaria, partidista, partidocrática, te baja línea permanentemente. Yo prefiero muchas veces el activismo porque expresa ser el activo de la clase, de una forma de pensar, no necesariamente de un partido que ahí sí se milita en un partido, hay doctrinas, reglas, sujeciones, prioridades para no lastimar a uno o al otro, aunque sea un hijo de puta el otro, pero como hacés una alianza, callate, no digas nada porque podés lastimar a fulanito que es un turro, porque esto nos ha pasado mil veces, más que yo vengo del peronismo, yo nunca milité en el peronismo estructurado como es el Partido Justicialista, que muchos de sus dirigentes estuvieron debajo de la mesa durante la dictadura o cuando había que enfrentarse a los autoritarios de mierda, y después cuando veían la cosa fácil salían y se iban cazando los puestos. Yo a lo partidocrático medio que le tengo, no desprecio, pero sí desconfianza”.
Además, Basterra recuerdó que cuando se comenzó a hablar de qué hacer en la ex ESMA se presentaron 21 proyectos, que aparecen reflejados en el libro “Memoria en Construcción”: “muy interesante independientemente de la obra en sí, buen basamento está dado en las fotos de los compañeros que yo pude rescatar de ahí adentro, está toda una reflexión, justamente una mirada en búsqueda de respuesta o interrogantes que surgían y van a seguir surgiendo, por eso esto no está cerrado”.
El debate sobre qué uso darle a los terrenos donde funcionaron centros clandestinos o campos de concentración existe en distintos países del mundo. Por ejemplo, la recuperación histórica que se ha hecho desde el judaísmo de la Segunda Guerra Mundial permitió que hoy todos sepan lo que fue el Holocausto. De todos modos, cada espacio y, a su vez, cada país tiene sus características. Al respecto, Basterra reflexiona: “el desarrollo del Terrorismo de Estado en la Argentina es muy particular. Aquí hubo más de quinientos centros clandestinos, en el corto lapso de siete años. Cada uno tiene un tratamiento particular, algunos son señalizados, otros todavía funcionan como comisarías, la base naval de Mar del Plata todavía funciona como base naval. En los otros países también ha sucedido más o menos lo mismo, pero no hay lugares de festichola, lo puedo asegurar”.
En tanto, mientras la discusión sobre el uso del predio ubicado sobre Avenida del Libertador permanece, o al menos eso debería suceder, continúa el tercer tramo del juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar en el centro clandestino que funcionó justamente en la ex ESMA. Una demostración más de que lo que allí sucedió no está cerrado, ni se ha terminado de juzgar.
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