Pistas de un nuevo caso
Un testigo de represores de la ESMA aportó datos.
Por Alejandra Dandan
Juan Ernesto Márquez estuvo a cargo del Servicio de Sanidad de la Escuela de Mecánica de la Armada entre 1978 y 1979. El viernes pasado este médico declaró en la audiencia oral en la que se investigan los crímenes de la ESMA, como testigo convocado por la defensa del médico represor Carlos Capdevilla. La presencia de algunos de estos testigos plantea dilemas en las querellas que han pedido reiteradamente al Tribunal Oral Federal N° 5 que no los convoque porque muchos estuvieron vinculados orgánicamente a la represión. Como sucedió en otras ocasiones, Márquez apeló a la cadena de mandos y la obediencia debida para hablar de lo que llamó una “época terrible”. En el camino, sin embargo, bombardeado por las preguntas de una querella, reconoció que atendió a una secuestrada en el viejo Hospital Naval y que no sólo no sobrevivió sino que pese a haber pasado por una institución de salud pública no quedó ningún registro. El fiscal Pablo Ouviña pidió la apertura de una investigación.
En el juicio oral por la ESMA están terminando las testimoniales. El TOF 5 a cargo de Daniel Obligado está pidiendo en estos días a las querellas que se apresuren a contactar a los testigos aún pendientes para ver si van a declarar. En las últimas audiencias se oyeron, en cambio, varios testigos de la defensa, a pesar de las oposiciones en distintos tonos de la fiscalía y las querellas. Una parte de ellas se niegan a hacer preguntas porque cuestionan ontológicamente la calidad de “testigo” por los lugares sistémicos que ocuparon durante la represión.
En ese escenario, cuando el TOF 5 termina avalando la presentación de esos testigos se plantean algunos dilemas: o callar y rechazar con el silencio la supuesta calidad de testigo o preguntar y al menos hacerles pasar –como dice un sobreviviente– un “mal momento”.
Esta última postura generó semanas atrás las declaraciones escandalosas de Ramón Antonio Arosa, jefe de la Armada entre 1983 y 1989 y quien escaló posiciones durante la represión. Cercado por las preguntas, Arosa llamó “exitosa” la operación de inteligencia de Alfredo Astiz en la Santa Cruz y planteó como un “error” de la Marina enviarlo a París en lugar de esconderlo.
Márquez escuchó preguntas de la fiscalía y la querella de Justicia Ya! Llamó a la Esma con nombre y todo: “Centro de Lucha Antisubversiva” y pese a decir que no conocía a los que estaban en el Casino de Oficiales, aseguró que no usaban uniformes, que el lugar era manejado por el “almirante Chamorro que era director de la ESMA y a su vez el jefe del grupo de lucha antisubversiva”.
Cuando la abogada Myriam Bregman preguntó si en su calidad de médico atendió a algún prisionero, mencionó a una joven militante: “El único contacto que tuve –dijo– que fue ciento por ciento profesional y muy lamentable en este período tan triste de nuestra historia, en el antiguo Hospital Naval en el año ’76”, dijo sobre el lugar que funcionaba en un pabellón del Durán. “Siendo a la sazón jefe de cirugía de guardia me tocó asistir porque avisaron no sé de dónde, supongo que del Estado Mayor, que iban a llevar a una persona gravemente herida y resulta que era una militante de un grupo de subversión que había estado en un enfrentamiento armado y entró con una importante herida abdominal de calibre grueso”. Estuvo toda la noche en la sala de cirugía, la operó “tratando de sacarla adelante, era una chica joven, muy bonita, muy desharrapada, sucia, muy lamentable, y se me murió en el quirófano”.
Bregman le preguntó la fecha, pero sólo recordó el año 1976. Dijo que no supo su destino, que esas cosas no se hacían por la vía legal, que no sabía si se la llevaron en un patrullero.
Un testigo de represores de la ESMA aportó datos.
Por Alejandra Dandan
Juan Ernesto Márquez estuvo a cargo del Servicio de Sanidad de la Escuela de Mecánica de la Armada entre 1978 y 1979. El viernes pasado este médico declaró en la audiencia oral en la que se investigan los crímenes de la ESMA, como testigo convocado por la defensa del médico represor Carlos Capdevilla. La presencia de algunos de estos testigos plantea dilemas en las querellas que han pedido reiteradamente al Tribunal Oral Federal N° 5 que no los convoque porque muchos estuvieron vinculados orgánicamente a la represión. Como sucedió en otras ocasiones, Márquez apeló a la cadena de mandos y la obediencia debida para hablar de lo que llamó una “época terrible”. En el camino, sin embargo, bombardeado por las preguntas de una querella, reconoció que atendió a una secuestrada en el viejo Hospital Naval y que no sólo no sobrevivió sino que pese a haber pasado por una institución de salud pública no quedó ningún registro. El fiscal Pablo Ouviña pidió la apertura de una investigación.
En el juicio oral por la ESMA están terminando las testimoniales. El TOF 5 a cargo de Daniel Obligado está pidiendo en estos días a las querellas que se apresuren a contactar a los testigos aún pendientes para ver si van a declarar. En las últimas audiencias se oyeron, en cambio, varios testigos de la defensa, a pesar de las oposiciones en distintos tonos de la fiscalía y las querellas. Una parte de ellas se niegan a hacer preguntas porque cuestionan ontológicamente la calidad de “testigo” por los lugares sistémicos que ocuparon durante la represión.
En ese escenario, cuando el TOF 5 termina avalando la presentación de esos testigos se plantean algunos dilemas: o callar y rechazar con el silencio la supuesta calidad de testigo o preguntar y al menos hacerles pasar –como dice un sobreviviente– un “mal momento”.
Esta última postura generó semanas atrás las declaraciones escandalosas de Ramón Antonio Arosa, jefe de la Armada entre 1983 y 1989 y quien escaló posiciones durante la represión. Cercado por las preguntas, Arosa llamó “exitosa” la operación de inteligencia de Alfredo Astiz en la Santa Cruz y planteó como un “error” de la Marina enviarlo a París en lugar de esconderlo.
Márquez escuchó preguntas de la fiscalía y la querella de Justicia Ya! Llamó a la Esma con nombre y todo: “Centro de Lucha Antisubversiva” y pese a decir que no conocía a los que estaban en el Casino de Oficiales, aseguró que no usaban uniformes, que el lugar era manejado por el “almirante Chamorro que era director de la ESMA y a su vez el jefe del grupo de lucha antisubversiva”.
Cuando la abogada Myriam Bregman preguntó si en su calidad de médico atendió a algún prisionero, mencionó a una joven militante: “El único contacto que tuve –dijo– que fue ciento por ciento profesional y muy lamentable en este período tan triste de nuestra historia, en el antiguo Hospital Naval en el año ’76”, dijo sobre el lugar que funcionaba en un pabellón del Durán. “Siendo a la sazón jefe de cirugía de guardia me tocó asistir porque avisaron no sé de dónde, supongo que del Estado Mayor, que iban a llevar a una persona gravemente herida y resulta que era una militante de un grupo de subversión que había estado en un enfrentamiento armado y entró con una importante herida abdominal de calibre grueso”. Estuvo toda la noche en la sala de cirugía, la operó “tratando de sacarla adelante, era una chica joven, muy bonita, muy desharrapada, sucia, muy lamentable, y se me murió en el quirófano”.
Bregman le preguntó la fecha, pero sólo recordó el año 1976. Dijo que no supo su destino, que esas cosas no se hacían por la vía legal, que no sabía si se la llevaron en un patrullero.
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