El represor ya condenado declaró en el tercer juicio por delitos de lesa humanidad en la denominada causa ESMA Unificada
Alfredo Astiz confesó su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), por los que ya fue condenado a cadena perpetua y se encamina a otro fallo similar en el nuevo juicio oral que le sigue el Tribunal Oral Federal Nº 5 por la represión de Estado con que la dictadura sembró al país de desaparecidos, torturados, asesinados y exiliados. "Los únicos responsables son los que dieron las órdenes, incluyéndome." En esa decena de palabras, el ex marino que ostenta el dudoso palmarés de haber entregado las Islas Georgias a los británicos en 1982 sin dar combate, admitió lo que la justicia y la memoria popular saben desde mucho tiempo antes de su confesión.
Astiz encadenó ayer una prolija catarata de provocaciones y desafíos que cristalizó en el presidente del tribunal, el juez Leopoldo Bruglia, a quien intentó sacar de las casillas y por momentos pareció estar cerca de conseguirlo.
Con la mirada menos gélida que lo habitual, y de a ratos a los gritos, Astiz bramó que "la justicia independiente en la Argentina se terminó cuando Néstor Kirchner cambió a la Corte Suprema, dando un virtual golpe de Estado judicial". De entre los siete jueces del máximo tribunal, el represor eligió a Raúl Zaffaroni como blanco de sus ataques: lo responsabilizó de ser el autor ideológico de su condena e intentó esmerilarlo mostrando al tribunal la tapa del desaparecido diario sensacionalista Libre, que publicó una denuncia sobre la propiedad de departamentos que el juez tenía alquilados y que eran utilizados como prostíbulos encubiertos.
Chicanero como nunca antes, Astiz leyó un "documento" que –dijo– elaboró en la cárcel de Marcos Paz, donde está alojado. Ante una sala colmada por miembros de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas e H.I.J.O.S., entre otros organismos defensores de los Derechos Humanos ("grupos de persecución, venganza y rapiña", los llamó), Astiz desafió: "Que levante la mano acá el que piense que Oyarbide no es corrupto." Hizo una pausa, giró la cabeza y paneó al auditorio que permanecía inmóvil. Entonces, completó el acting: "Veo que todos piensan igual que yo." A Oyarbide también le reprochó haber procesado al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, en la causa por las escuchas ilegales a enemigos familiares y políticos.
La audiencia de ayer del juicio denominado "ESMA Unificada" registró momentos de extrema tensión. Acaso el más grave se haya producido cuando el ex militar que se infiltró en Madres de Plaza de Mayo para delatarlas ante el régimen le preguntó al juez Bruglia: "¿Me tiene miedo?". El espadeo verbal que propuso Astiz había comenzado apenas iniciada la audiencia cuando, cumpliendo con rigorismos procesales, Bruglia comenzó a preguntarle sus datos personales: "Soy el capitán de Fragata de la Armada Argentina, Alfredo Astiz. Es la única pregunta que voy a responder." El juez, quien por entonces no parecía sospechar lo que sobrevendría, intentó explicarle didácticamente que debía completar formalismos como edad, profesión y estado civil, se topó con la primera irreverencia: "Eso es problema de ustedes."
Astiz habló de política. Mucho. Criticó la Ley de Medios Audiovisuales, denunció "sometimiento" judicial en la "Causa Ciccone", atacó al vicepresidente, Amado Boudou; al ex procurador general de la Nación, Estaban Righi; a los jueces federales Daniel Rafecas, Sergio Torres y Norberto Oyarbide y a la procuradora general Alejandra Gils Carbó. Pero reivindicó al ex camarista federal mendocino Otilio Roque Romano, destituido, procesado y con pedido de captura internacional, y escondido en Chile por haber cuanto menos tolerado violaciones a los Derechos Humanos en la provincia de Mendoza.
Llamó "tiranía" al gobierno, endilgó a Néstor Kirchner la supuesta "utilización de la justicia como arma de hostigamiento" y trasladó a su sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, la continuidad de esa presunta práctica con el agregado de "homenajear a los grupos terroristas".
El juez Bruglia advirtió que el relato desvariaba y se alejaba del objeto del juicio. Se lo hizo notar y le pidió que ciñera la indagatoria a defenderse de los cargos por los que está acusado. "Estoy sentado acá por una política de persecución del Poder Ejecutivo. ¿No me deja mostrar la ilegitimidad de este juicio? ¿A qué le tiene miedo? ¿Me tiene miedo?".
"Esto es intolerable", manifestó Nora Cortiñas, representrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. "No voy a seguir escuchando a un genocida", señaló segundos antes de levantarse y abandonar la sala.
Astiz, quien alguna vez se ufanó de ser "el hombre mejor preparado para asesinar a un periodista", sólo habló tangencialmente de los delitos de lesa humanidad que cometió en la ESMA. Pero sí reivindicó el concepto de "obediencia debida", con el que intentó proteger a los rangos de menor jerarquía también condenados o en procesos judiciales, de quienes dieron las órdenes. Fue entonces cuando fluyó la confesión: "Los únicos responsables son los que dieron las órdenes, incluyéndome."
Según esa singular lectura, actuaron bajo "obediencia debida" quienes cumplieron y ejecutaron órdenes de cometer delitos aberrantes. Para Astiz, ello no es condenable; en cambio sí repudió lo que llamó la "obediencia indebida" que –atacó– cumple la justicia respecto del poder político.
Después de una jornada larga y accidentada, el tribunal resolvió (después de dos cuartos intermedios) dar por concluida la declaración del ex marino, y ofrecerle la posibilidad de ampliarla en otro momento. Astiz aprovechó para producir el último conato de escándalo y se quejó a los gritos sobre el pretendido cercenamiento a su derecho de defensa.
Alfredo Astiz confesó su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), por los que ya fue condenado a cadena perpetua y se encamina a otro fallo similar en el nuevo juicio oral que le sigue el Tribunal Oral Federal Nº 5 por la represión de Estado con que la dictadura sembró al país de desaparecidos, torturados, asesinados y exiliados. "Los únicos responsables son los que dieron las órdenes, incluyéndome." En esa decena de palabras, el ex marino que ostenta el dudoso palmarés de haber entregado las Islas Georgias a los británicos en 1982 sin dar combate, admitió lo que la justicia y la memoria popular saben desde mucho tiempo antes de su confesión.
Astiz encadenó ayer una prolija catarata de provocaciones y desafíos que cristalizó en el presidente del tribunal, el juez Leopoldo Bruglia, a quien intentó sacar de las casillas y por momentos pareció estar cerca de conseguirlo.
Con la mirada menos gélida que lo habitual, y de a ratos a los gritos, Astiz bramó que "la justicia independiente en la Argentina se terminó cuando Néstor Kirchner cambió a la Corte Suprema, dando un virtual golpe de Estado judicial". De entre los siete jueces del máximo tribunal, el represor eligió a Raúl Zaffaroni como blanco de sus ataques: lo responsabilizó de ser el autor ideológico de su condena e intentó esmerilarlo mostrando al tribunal la tapa del desaparecido diario sensacionalista Libre, que publicó una denuncia sobre la propiedad de departamentos que el juez tenía alquilados y que eran utilizados como prostíbulos encubiertos.
Chicanero como nunca antes, Astiz leyó un "documento" que –dijo– elaboró en la cárcel de Marcos Paz, donde está alojado. Ante una sala colmada por miembros de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas e H.I.J.O.S., entre otros organismos defensores de los Derechos Humanos ("grupos de persecución, venganza y rapiña", los llamó), Astiz desafió: "Que levante la mano acá el que piense que Oyarbide no es corrupto." Hizo una pausa, giró la cabeza y paneó al auditorio que permanecía inmóvil. Entonces, completó el acting: "Veo que todos piensan igual que yo." A Oyarbide también le reprochó haber procesado al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, en la causa por las escuchas ilegales a enemigos familiares y políticos.
La audiencia de ayer del juicio denominado "ESMA Unificada" registró momentos de extrema tensión. Acaso el más grave se haya producido cuando el ex militar que se infiltró en Madres de Plaza de Mayo para delatarlas ante el régimen le preguntó al juez Bruglia: "¿Me tiene miedo?". El espadeo verbal que propuso Astiz había comenzado apenas iniciada la audiencia cuando, cumpliendo con rigorismos procesales, Bruglia comenzó a preguntarle sus datos personales: "Soy el capitán de Fragata de la Armada Argentina, Alfredo Astiz. Es la única pregunta que voy a responder." El juez, quien por entonces no parecía sospechar lo que sobrevendría, intentó explicarle didácticamente que debía completar formalismos como edad, profesión y estado civil, se topó con la primera irreverencia: "Eso es problema de ustedes."
Astiz habló de política. Mucho. Criticó la Ley de Medios Audiovisuales, denunció "sometimiento" judicial en la "Causa Ciccone", atacó al vicepresidente, Amado Boudou; al ex procurador general de la Nación, Estaban Righi; a los jueces federales Daniel Rafecas, Sergio Torres y Norberto Oyarbide y a la procuradora general Alejandra Gils Carbó. Pero reivindicó al ex camarista federal mendocino Otilio Roque Romano, destituido, procesado y con pedido de captura internacional, y escondido en Chile por haber cuanto menos tolerado violaciones a los Derechos Humanos en la provincia de Mendoza.
Llamó "tiranía" al gobierno, endilgó a Néstor Kirchner la supuesta "utilización de la justicia como arma de hostigamiento" y trasladó a su sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, la continuidad de esa presunta práctica con el agregado de "homenajear a los grupos terroristas".
El juez Bruglia advirtió que el relato desvariaba y se alejaba del objeto del juicio. Se lo hizo notar y le pidió que ciñera la indagatoria a defenderse de los cargos por los que está acusado. "Estoy sentado acá por una política de persecución del Poder Ejecutivo. ¿No me deja mostrar la ilegitimidad de este juicio? ¿A qué le tiene miedo? ¿Me tiene miedo?".
"Esto es intolerable", manifestó Nora Cortiñas, representrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. "No voy a seguir escuchando a un genocida", señaló segundos antes de levantarse y abandonar la sala.
Astiz, quien alguna vez se ufanó de ser "el hombre mejor preparado para asesinar a un periodista", sólo habló tangencialmente de los delitos de lesa humanidad que cometió en la ESMA. Pero sí reivindicó el concepto de "obediencia debida", con el que intentó proteger a los rangos de menor jerarquía también condenados o en procesos judiciales, de quienes dieron las órdenes. Fue entonces cuando fluyó la confesión: "Los únicos responsables son los que dieron las órdenes, incluyéndome."
Según esa singular lectura, actuaron bajo "obediencia debida" quienes cumplieron y ejecutaron órdenes de cometer delitos aberrantes. Para Astiz, ello no es condenable; en cambio sí repudió lo que llamó la "obediencia indebida" que –atacó– cumple la justicia respecto del poder político.
Después de una jornada larga y accidentada, el tribunal resolvió (después de dos cuartos intermedios) dar por concluida la declaración del ex marino, y ofrecerle la posibilidad de ampliarla en otro momento. Astiz aprovechó para producir el último conato de escándalo y se quejó a los gritos sobre el pretendido cercenamiento a su derecho de defensa.
Por: Néstor Espósito
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